Voy a hacer un paréntesis en la publicación de los "Apuntes biográficos sobre Madre Cándida de San Agustín" para hacer público un hecho muy reciente que viene a corroborar la solicitud que siempre tuvo Madre María Cándida, con quienes invocan su ayuda e intercesión.
La joven C.R.T., de 26 años, muy devota de Madre Cándida de San Agustín, que se
encuentra realizando una misión en un país de centro América, había estado
colaborando durante varios días con el párroco de un pueblecito perdido
entre montañas. El día 24 del pasado mes, (octubre del 2012), acabada la
misión, emprendió el viaje de regreso a su centro de origen, que se encuentra
a tres horas de camino en coche, para ello se dirigió a la plaza del
pueblo, donde supuestamente tenía que pasar el único medio de transporte con el
que cuentan aquellas gentes. Después de largas horas de espera, el autobús no
paró. Esto la obligó a hacer uso de otra forma muy habitual por aquellos
lugares: el auto-stop. Subida en el coche, pronto se dio cuenta de la trampa en
la que había caído. El conductor enseguida dio muestras de su pretensión, y
llegado a una zona boscosa y solitaria, desvió su coche por una carretera
secundaria y de escasísima circulación. La joven le rogaba que volviera
a la ruta que debería llevarla a su destino, que no cometiera aquella maldad,
que no echara a perder su vida cometiendo esa acción que Dios reprueba. Ella,
llena de consternación y angustia, rogaba insistentemente a
Madre Cándida de San Agustín, la librara de aquel trance. De repente, el
coche se estropeó haciendo imposible seguir la marcha, y fue entonces cuando
ella más se temía que aquel hombre la usara y después acabase con su vida en
aquel lugar solitario y sin defensa de nadie. Pero más insistentemente le
rogaba a la Madre Cándida, que no la abandonase en aquellos momentos, mientras se
agarraba fuertemente a la medalla que de ella llevaba sobre su pecho. Y mientras
el hombre desesperado, trataba de arrancar su auto, un coche, apareció de
repente, por la carretera sumamente solitaria; la joven, movida como por un
resorte, corrió desesperada y llena de angustia preguntó: ¿va para X?, - sí, joven, ¡súbase!. Rápidamente
subió al coche aunque con el temor de que
este segundo, estuviera en complot con el primero. Poco a poco fue tranquilizándose
al comprobar que era hombre de bien, que la Madre Cándida le enviaba para
sacarla de aquel trance, que era profesor, y miembro de Cursillos de
Cristiandad, y que la animó a dar gracias a Dios por tener la suerte de conocer y
pertenecer a la Iglesia. La joven, no salía de su asombro y llena de amor y
agradecimiento, alababa a Dios por su constante protección. Llegada a la
estación en la que debía tomar otro autobús que la conduciría a su punto de destino,
todo el viaje lo hizo llorando de agradecimiento por haberla sacado de aquel
trance.
Cuando esto escribo, aún no se ha
recuperado de aquellos malos momentos, solo recordarlo la llena de angustia y
dolor, pero más y más convencida de que la poderosa intercesión de la
Madre Cándida de San Agustín, la libró de sufrir tal ignominia.
Y como nada sucede por casualidad, nos
llena de satisfacción poder comprobar que esto ocurría el mismo día 24 de
octubre, cuando se cumplían 136 años de la llegada de los restos mortales de Madre
Cándida de San Agustín, a su amado convento de Valdepeñas por ella fundado.
Ella misma, llena de agradecimiento y amor hacia Madre Cándida de San Agustín, da testimonio de este hecho, para que quede constancia de su poderosa intercesión y animar así, a la extensión de su devoción.
Por respeto a su intimidad y privacidad, me reservo el dar datos de su identificación personal.
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