APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 8

sábado, 20 de abril de 2013
                  
                     De  la  caridad  para  con el prójimo.

     225.    La Madre María Cándida de San Agustín en sus continuas y fervorosísimas oraciones rogaba a Dios con toda su alma por el remedio de las necesidades de la Iglesia, por la conversión de los pecadores y por las necesidades espirituales y temporales de cuantos recurrían a ella en demanda de auxilio.

     226.    Era tal la caridad de esta Sierva de Dios para con el prójimo, que apenas conocía natural o sobrenaturalmente que alguno se encontraba en alguna necesidad, temporal o espiritual, se movía en seguida a socorrerla.  "No pude concluir esta carta ayer -decía el 16 de Octubre de 1860 a doña Juana Vizcaíno en carta comenzada el 15-. Vino la Presidenta y me pidió por favor si quería ir a consolar a su  padrastro que está desatinado por un hijo que tenía único, que era hermano de la Presidenta de madre, y se ha muerto del cólera. Tenía un porvenir feliz en el hijo y Dios se lo ha llevado a los diez y nueve años de su edad. Para hacer esta obra de misericordia dejé a mi Juana, pasando la mañana con este hombre triste y desconsolado. Nuestro Señor haga se aproveche; encomiéndalo a Dios. Está digno de compadecerse: no he visto un hombre más sin talento. ¡Pobre criatura!"

     227.    En su espíritu de caridad para con los prójimos era tan compasiva, que para librarlos de padecimientos deseaba padecerlos ella, y el Señor milagrosamente manifestó a veces cuán agradables le eran esos deseos. Una de las personas a quienes la Madre María Cándida de San Agustín socorría, era una pobre mujer del campo. Un día que llevando un hijo en brazos fué esta mujer a ver a la Madre, tenía la cara hinchada, efecto de un flemón que la atormentaba hacía varios días y no la habían podido curar. Se lamentaba de su situación y de lo inútil que estaba, pues nada podía hacer por los terribles dolores que pasaba, cuando he ahí que estando hablando se fija en la Madre y ve que se la estaba hinchando la cara. "-¿Qué la pasa, Madre, pregunta la mujer, qué es esto? Yo me siento tan mejorada desde que estoy aquí y usted tiene la cara mala." "-No es nada, hija mía, respondió la Madre; anda con Dios, que Él te bendiga." Al salir la enferma iba curada del todo y la Madre estuvo tan mal que tuvieron que operarla un flemón.

             
¿Qué le pasa, Madre?  ¡Yo me siento mejorada y a usted se le está hinchando la cara!.

     228.    Doña María del Pilar Osorio de la Cueva, Marquesa de Noguera, gran bienhechora de la Madre María Cándida, tenía concertada la boda de una sobrina y todo dispuesto para su  celebración el día de la Virgen del Pilar;  pero sobrevino una enfermedad a dicha sobrina, que si duraba para aquel día hubiera impedido dicho acto. Avisada la Madre María Cándida, contestó a la señora Marquesa que estuviese tranquila, que siguiesen los preparativos, que el mal de la sobrina pasaría a ella y que el matrimonio podría celebrarse en el día convenido; y de hecho, el mal de la sobrina de la Marquesa pasó a la Madre María Cándida y el matrimonio se verificó el día deseado de Nuestra Señora del Pilar.

     229.    Con la misma caridad socorría las necesidades conocidas sobrenaturalmente y procuraba la concordia de las familias. Un joven del pueblo de Mora, que vivía en Toledo, fué un día a ver a la Madre María Cándida, como había quedado en hacerlo el día antes por la tarde, y preguntado por la salud de su madre contestó que cuando cuatro días hacía salió del pueblo la había dejado buena. "-Hijo mío, le dijo la Madre, tienes que marcharte al instante a tu casa porque tu madre está muy mala", y finalmente añadió: "-Ha muerto esta noche y está de cuerpo presente, y tus hermanos y cuñados andan buscando el dinero que sabían que tenía, y como no lo encuentran echan la culpa a tu hermana N. que ella lo ha cogido; y no es así, porque tu madre lo había guardado o enterrado en tal punto. Anda, ve y sácalo y no regañéis y partidlo como buenos hermanos." Se fué al instante y encontró todo como se lo había dicho la Madre; partieron lo que había pacíficamente, y quedaron como buenos hermanos y sumamente agradecidos a la Madre María Cándida de San Agustín.

     230.    Caritativamente usaba también la Madre María Cándida en bien de sus prójimos de los dones sobrenaturales de oir a distancia a los que la invocaban y pedían socorro y de penetrar los corazones. A los casos referidos en otros artículos respecto del primero de dichos dones podemos añadir los siguientes.

     231.    En Septiembre de 1858 fueron unos  de un pueblo a decir a la Madre María Cándida de San Agustín que no hallaban a la Fulana, que hacía cinco días que había desaparecido y deseaban saber que había sido de ella. "-Id al pozo de tal parte (fuera del pueblo), les dijo la Madre, y allí la hallarán." Fueron y la hallaron viva. Preguntáronla cómo había caído que no se había hecho daño y estaba buena; y contestó que al caer había llamado a la Madre Cándida y ella la detuvo en sus manos para que no se hiciera mal y que después la había llevado de comer todos los días. Fué tanto el regocijo que esto causó en el pueblo, que mucha gente fué alborotando de alegría al convento a dar gracias a la Madre.

     232.    Asímismo en el pueblo de Villa del Prado, un tísico, que se reía y mofaba de lo que decían de la Madre María Cándida de San Agustín las personas milagrosamente por ella socorridas, afirmando que él no creía en aquellas brujerías, salió una tarde al campo y al poco tiempo vió venir hacia él cinco lobos. Para defenderse de ellos no tuvo más remedio que subirse a un árbol, pero los lobos no se apartaban, antes bien, embestían como queriendo subir al árbol y acometerle. Viéndose en aquel apuro y solo, empezó a clamar al Señor y a la Virgen, para que le amparasen, mas lobos no desistían de sus acometidas; entonces invocó a la Madre Cándida, pidiendo que le amparase y confesando que creía los prodigios que se decían de ella, y lo mismo fué hacer esto que retirarse los lobos mansamente al monte. Bajóse él luego del árbol muy asustado, y volviendo al pueblo contó a todos lo que le había pasado, diciendo que creía en la Madre Cándida y que ella era la que le había librado de aquel peligro. 

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 7

lunes, 15 de abril de 2013
                                     
                                       De  la  caridad  para  con  Dios 
    214.    Resuelta desde muy niña la Madre María Cándida de San Agustín a ser religiosa, toda su vida puede decirse que fué un continuo ofrecimiento de sí misma  con todas sus facultades y sentidos al servicio del Señor, de modo que todos sus pensamientos, palabras y obras estuvieron informados de la más recta intención, dirigiendo a Dios todos los afectos de su alma. 

     215.   Llevando consigo el amor de Dios el odio más implacable al pecado, que es ofensa de Dios, y amando la Madre María Cándida sobre todas las cosas y de un modo muy extraordinario al Señor, pues ya desde muy niña  decía que le amaba "muchísimo", claro es que odiaba con toda su alma el pecado, cuya maldad, por otra parte, la hacía conocer el Señor, especialísimamente con las mortales aflicciones de espíritu que la mandaba para satisfacer por los pecados ajenos y por las almas del Purgatorio.

     216.    Grandísima era la compasión de la Madre María Cándida de San Agustín hacía Jesucristo crucificado, cuya Pasión y Muerte se había acostumbrado a meditar desde muy niña, y tan grade fué su deseo de asemejarse a Él en los padecimientos, que el Señor la imprimió, aunque ocultamente sin que apareciesen en lo exterior, sus sagradas llagas y corona de espinas, y en la última Cuaresma antes de morir la concedió que le acompañase con los padecimientos en toda la Pasión.

     217.     Extraordinario fué también su amor a Jesús sacramentado, que diariamente recibía en la santa comunión con los encendidos afectos que revela una oración por ella compuesta y publicada con el título: "Deseos de recibir a nuestro Señor sacramentado." Tales eran los deseos que ella misma experimentaba y tal era su fervor en los últimos meses de su vida, que teniendo que bajarla sentada para comulgar, al llegar el momento de recibir al Señor, iba sola por su pie y después subía a la celda del brazo de una religiosa.

                                         
Oración compuesta por Madre Cándida de San Agustín

     218.    El amor extraordinario de la Madre María Cándida de San Agustín a Jesús sacramentado se vió premiado con singularísimos favores. Sobre los ya narrados en otros artículos referiremos aquí otros dos.

     219.    Un día de San Luis Gonzaga, después de la comunión, la visitó este Santo, como lo hacía todos los años en su fiesta, y entre otras cosas la manifestó que por la noche iba a tener una gran visita, pues la visitaría el Dios de la Magestad. Por la tarde envió a llamar al confesor para decirle lo que había, y él contestó que ya había estado en la mañana y que no iba. "-Si no quiere venir de día, dijo la Madre, tendrá que venir de noche." Y efectivamente, entrada la noche se puso muy mala y la visitó San Felipe Neri, diciéndola que se preparase para recibir al Dios de la Majestad que venía a visitarla por viático. A las nueve de la noche aumentó el mal y la entró tal fatiga que se oía el ruido desde la calle, creyendo el médico y todos que se moría por instantes. Avisaron enseguida al confesor, vino corriendo y la dió el viático a las once, preguntándola después a cada momento: "-Madre, ¿se muere ustud?" A las doce se fué sosegando, y por la mañana, al tiempo de la comunión, ya se pudo levantar y bajar a comulgar. De modo que en veinticuatro horas recibió tres veces al Señor, que quiso hacerla aquella visita extraordinaria.

     220.    En carta de 29 de Septiembre de 1860, decía la Madre María Cándida a doña Juana Vizcaíno: "Las espaldas me hacen padecer mucho. Voy a decirte un cantar que me cantó mi Jesús ayer cuando comulgué:
                                  
                                           "Cándida, amada mía,
                                        "Por tus amores
                                        " Me tienes muy penado;
                                         "Échame flores.
    
     "Esto al paso que me llena de consuelo. He llorado mucho. Bendito sea, que no mirando lo ruin que soy, me mira con tanta misericordia. ¡Viva Jesús!"

     221.    El encendido amor de la Madre María Cándida de San Agustín hacia su divino Esposo Jesús se revela en toda su fuerza en la "Oración al dulcísimo Jesús, Esposo de nuestras almas, para pedirle su divino amor", por ella compuesta, que dice así:
     "Dulcísimo Jesús, mi amado Esposo, mi Bien, mi Dueño: Vos sois mi amor, mi único amor, mi embeleso, mi hechizo, mi encanto, mi querido, mi vida y mi todo. Te amo, sí, Esposo mío, ¡ah! sí, Te amo. Tú eres mi amor, ¡oh amor del amor mío! Yo Te abrazo, me uno a Ti, Te deseo y mi corazón desfallece con el ansia de poseerte. Tú solo puedes apagar la sed que me abrasa por Ti, yo muero por Ti. Haced, Esposo mío, que vuestro amor me abrase, haced que muera de amor: dame, amado mío, una vida de amor y luego una muerte de amor. ¡Ay! sí, aunque sea fríamente, Te lo aseguro, sí, que Te amo; ¡oh amor!, sí, Te amo, quiero amarte, enloquecer de amor, respirar sólo amor, pensar sólo amor y no hacer más que amarte a Ti, Esposo mío, delicia mía y amor mío. Quiero que cada respiración y cada pulsación sea un acto de amor que me deshaga el corazón por Ti.
       "En fin, no sé qué decir más, Esposo mío, ni quiero decir más sino que Te quiero amar, que Te amo, sí, sí, Te amo. Haced que así sea por siempre jamás, con tal intensión que muera de amor por Ti para vivir en Ti por amor. Así sea."  

     222.    Fué grandísima y constante la diligencia de la Madre Cándida de San Agustín en promover la gloria de Dios y la salvación de las almas, diligencia que descubría en ella un alma abrasada de amor divino y vencedor de cualquiera repugnancia. La puso el Señor una vez milagrosamente en condiciones de predicar a los encarcelados. La causaba repugnancia, según escribió el 14 de Diciembre de 1859 a D. Manuel Raposo, pero miró que eran hijos de Dios y esto sólo bastó para hacerla cumplir celosamente el encargo recibido. Lloraban los pobrecitos mucho, le decía, y muchos hicieron confesión general. No menor celo demostraba en aliviar a las almas del purgatorio, obligándose a satisfacer por ellas para que cuanto antes fuesen a alabar a Dios.

     223.    La caridad de la Madre Cándida para con Dios resplandeció de un modo especial en sus continuos desvelos y trabajos soportados para llevar a cabo la fundación de su convento de Valdepeñas y para preparar la Comunidad de religiosas que había de empezar a habitarle y dar culto al Señor en su iglesia. El celo de la casa del Señor la consumía, y por el amor de Dios, que la abrasaba, no veía la hora de terminar su obra y los días que pasaban sin conseguirlo la parecían siglos.

     224.    Era tanto el amor de Dios que tenía la Madre María Cándida de San Agustín, que de la fuerza del amor se la quebraron dos costillas, y una vez estando en cama se la levantaba tanto el pecho que, creyendo las religiosas iba a rompérsele, Sor Luisa la puso la mano para contenerle, con lo cual un dedo que tenía malo se curó instantáneamente. Todas sus religiosas temían que en uno de esos ímpetus de amor se les quedara, y Sor Dolores la rogó que dijese al Abuelo, es decir, a San Felipe Neri, que se los quitara, y por entonces se los quitó.   

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN, 3, 6

sábado, 6 de abril de 2013
                                                     De   la   esperanza.
     205.    La  Madre María Cándida de San Agustín tenía grandísima esperanza en el Señor, a quien dirigía todas sus obras, y por su gloria trabajaba contínuamente sin algún fin humano y sin preocuparse mucho de las cosas temporales. Alentada de esta esperanza, no se la vió nunca descorazonada en las innumerables dificultades de todo género que tuvo que vencer para desde la clausura del claustro llevar a cabo la fundación del convento de Valdepeñas que el Señor la exigía.

     206.    Se manifestó animada de esperanza heroica en su infatigable vida enderezada a conseguir los bienes eternos. El haberse prestado siempre a procurar con toda diligencia la gloria divina, el bien espiritual del prójimo y el alivio de las almas santas del Purgatorio, sin turbarse jamás, sin mostrar tristeza o cansancio, antes bien, apareciendo siempre tranquila y afable con todos y contenta en medio de los mayores padecimientos, demuestra que la Madre María Cándida de San Agustín tenía el alma abandonada en manos del Señor con abnegación perfecta y que todos los trabajos los dirigía a su eterna salvación.

     207.    En la tenaz y prolongada oposición que encontró en su padre la Sierva de Dios para hacerse religiosa, no decayó un momento de ánimo ni desesperó de ver realizada su vocación, pues confiaba en el Señor que la llamaba, y no perdía la esperanza de llegar a ser esposa de Jesucristo.

     208.    En las circunstancias difíciles y arduas, en que se encontró la Madre María Cándida,  de críticas y murmuraciones por causa de las gracias extraordinarias que el Señor la concedía y que, contra la voluntad de ella, llegaban a hacerse públicas, recurría constantemente a la oración y confiaba que el Señor convertiría todo aquello en gloria de Dios y bien de su alma.

     209.    Gran confianza en el Señor demostró la Madre María Cándida en las persecuciones de los enemigos infernales, que violentamente la hacían rodar por el coro, la apartaban del confesionario, llevándola por el convento, o la querían impedir la comunión y perturbar en sus ocupaciones.
      En Toledo más de una vez estando cosiendo se presentó un cerdo, la cogió la labor y se retiró con ella; pero ella, lejos de intimidarse, decía con gran confianza en Dios a las que con ella estaban: "Dejarle, que el del rabo (el demonio) se cansará y traerá lo que se lleva"; y en efecto volvía después a llevarla lo quitado. Tanto al entrar como al salir se presentaba sin abrir  puerta alguna y dando grandes alaridos.


Cortinillas del sagrario, bordadas por Madre María Cándida


     210.    Estando otra vez la Madre María Cándida reunida con sus hijas, empezaron a salir ratones y a correr por todas partes; las jóvenes se asustaban, pero la Madre, con su habitual confianza en el Señor, las dijo: "-Hijas mías, no tengáis miedo, que no os harán mal, que vienen nada más que asustarnos y a estorbarnos lo que estábamos haciendo; conque sigamos hablando de Dios." Y dicho esto desaparecieron al momento.


     211.    Igualmente en las múltiples contrariedades por las cuales tuvo que pasar para empezar, continuar y concluir las obras de la fundación de su  convento de Valdepeñas, estuvo siempre pendiente de la divina Providencia, y puesto todo en sus manos, atendía a las demás ocupaciones con toda tranquilidad de ánimo. Encontrándose a veces apurada de recursos para hacer pagos urgentes y considerables, acudiendo a la oración se vió milagrosamente provista del dinero necesario, cosa que también sucedió cuando insistentemente pidió al Señor dinero para comprar el papel del Estado con que constituir la renta que el Gobierno exigía para conceder la licencia de fundación del convento.

     212.    La Madre María Cándida de San Agustín no tenía otra voluntad que la de Dios, y por eso, no sólo se mostraba verdaderamente resignada a las divinas disposiciones en todas las contrariedades de la vida con la frase habitual en ella, "Todo se por Dios", sino que en las enfermedades continuas a que se vió sujeta los últimos diez y ocho años de su vida y en los gravísimos padecimientos a que ella heroicamente se ofreció y el Señor la sometió para expiar pecados ajenos de individuos y naciones y para socorrer a las almas del Purgatorio, se manifestó alegre y contenta ante la consideración de que tales padecimientos eran regalos de su divino Esposo.

     213.    La íntima unión con Dios de su Sierva Sor María Cándida de San Agustín iba siempre aumentando en intensidad; así que en los últimos meses de su vida no deseaba otra cosa sino llegar a la posesión divina, y decía que pronto se acabarían sus trabajos y podría decir: Consummatum est.
     

Muestras  de labores y tijeras de Madre María Cándida de San Agustín

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 5

lunes, 1 de abril de 2013
      199.    San Felipe Neri, compañero dado por Dios a la Madre María Cándida de San Agustín para socorrer milagrosamente muchas necesidades ajenas, la socorrió también a ella de un modo especial en las suyas, siendo como era su Abogado y Protector.
     Tenía que hacer en cierta ocasión la Madre María Cándida una cosa para la cual se necesitaba lumbre; llevó carbón encendido a la celda, y para no ser molestada cerró la puerta. Con el tufo del carbón se sintió tan trastornada, que no se podía mover ni llamar a nadie. Echándola de menos, fueron a buscarla, dieron golpes en la puerta y dijéronla que abriera; pero ella no podía ni abrir ni apenas responder. Entonces, como pudo, dijo a San Felipe Neri: "-Santo Abuelo, abrid vos, que yo no puedo." Abrió el Santo la puerta, y encontraron a la Madre María Cándida medio muerta, que en tres días no pudo hacer nada y quedó muy débil por algún tiempo. Sor Dolores la levantó como si fuese una niña de poco peso y la echó en la cama, donde estuvo privada de los sentidos hasta muy tarde. Hablándole Sor Dolores en ese estado ella contestaba; pero refiriéndole después Sor Dolores las contestaciones dadas, dijo la Madre: "No era yo quien te contestaba, que era el Abuelo; como estabas tan apurada te ayudó en llevarme a la cama y te contestaba como si fuera yo."

          200.    El año 1858 tuvo la Madre María Cándida tal disentería, que hacía veinte días no la paraba nada en el cuerpo; con ningún remedio se la contenía, y estaba tan mal y tan débil, que apenas se podía tener en pie. Entonces la dijo San Felipe Neri: "Cómete un pepino." Y la Madre se lo pidió a Sor Jesús, diciendo que con eso se curaría. Sor Jesús no quería dárselo, pareciéndola un desatino y cosa muy contraria a la enfermedad, hasta que la Madre la dijo: "Dámelo, que me lo ha dicho el Abuelo." Lo mismo fue comerlo que curarse la disentería y ponerse la Madre buena, cosa que después  contaba ella con mucha gracia.

     201.    En su celda tenía una imagen de este Santo, que también se conserva, y entre los libros de su uso, la vida de este mismo Santo en dos tomos, edición de Madrid de 1760, escrita por el P. Conciencia.


San Felipe Neri, gran protector de la Madre María Cándida


     202.    De San Antonio obtuvo también  la Madre un milagro para una de sus hijas, respecto de la cual escribía así el 30 de Septiembre de 1860 a doña Juana Vizcaíno: "La Jesús le dió erisipela el martes pasado; yo lloraba como una niña. Le dije a San Antonio: Antonio, ya ves cómo estoy; pónmela buena. Al día siguiente amaneció buena y se vistió. Le han dicho una misa, pagándoselo así al Santo bendito."
                                        

     203.    Antes de esto, no teniendo la Madre María Cándida en cierta ocasión para pagar lo que debía por las obras del convento de Valdepeñas, echó a la lotería y se encomendó mucho a San Antonio para que la tocara; pero no la tocó. Vió después un cuadro de este Santo y con toda sencillez, le dijo: "Mira San Antonio, ¡valiente  sujeto!, que le he encomendado tanto y le he pedido que me cayera la lotería para pagar, y no ha hecho nada." Al otro día, temprano, estando la Madre con Sor Dolores de Jesús, se apareció San Antonio como un rayo, y preguntándole la Madre María Cándida quién era, se dió el Santo a conocer y le dijo que para Dios no hay nada imposible. Sor Dolores recibió un susto muy grande, porque fué como un relámpago aparecerse el Santo, hablar y desaparecer; pero la Madre quedó bien penetrada de que la obra de la fundación del convento de Valdepeñas era obra de Dios y que Él daría cuanto para ella fuese necesario.



San Antonio de Padua, imagen perteneciente a la fundación.                                      

     204.    La fe heroica de la Madre María Cándida de San Agustín se manifiesta en sus actos de piedad y en sus buenas obras y padecimientos, especialmente en favor de las almas del Purgatorio, a las que profesó siempre gran devoción y por las cuales sufragó y satisfizo abundantísimamente con toda clase de trabajos y sacrificios.

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