APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 15

martes, 25 de junio de 2013
                                      VIRTUDES      CARDINALES

                                                         De  la  prudencia.



     283.    Poseyó la Madre María Cándida de San Agustín la virtud de la prudencia en alto graso, como lo demostró en toda su vida. Desde muy pequeña, con su oración y penitencia, frecuencia de sacramentos, retiro y soledad y obediencia a sus padres y confesores, se defendió de los enemigos del alma y se afianzó más y más en el firme propósito de servir fielmente a nuestro Señor Jesucristo. 

     284.    Con la misma prudencia supo anteponer la vocación religiosa, con que el Señor la llamaba al claustro, a las riquezas y placeres, halagos y honores con que la brindaba el mundo y el afecto ternísimo que hacia su padre sentía. Y de nada valieron las amenazas, malos tratamientos y ardides de su padre para hacerla preferir el más honroso casamiento al humilde estado de religiosa claustral, que después de maduro consejo había resuelto abrazar.

     285.    Prudente de seglar, fué más prudente aún de religiosa, poniendo con esmero en práctica los medios que la vida conventual la proporcionaba para adquirir la perfección propia de su estado; siendo Superiora, tanto en Alcalá como en Toledo, demostró la celestial prudencia de que el Señor la había dotado en el régimen y gobierno de la Comunidad y en la fundación de su convento de Valdepeñas.

     286.    Tal concepto tenían los habitantes del pueblo de Valdepeñas de la extraordinaria prudencia y demás virtudes de la Madre María Cándida de San Agustín, que deseando establecer allí una Comunidad de religiosas que se dedicasen a la vez a la enseñanza de las niñas, volvieron los ojos a ella y por medio del Cardenal  Arzobispo de Toledo pidieron a Su Majestad la Reina la licencia para dicha fundación. Y en no menor concepto la tuvieron los Superiores eclesiásticos, que apoyaron dicha solicitud y concedieron a la Madre su autorización para poner en práctica la fundación proyectada.


Cuadro realizado por José Caldés para la portada del libro "Madre Cándida de San Agustín, Una huella de Dios" escrito por Sor Gemma de la Trinidad. OSA (2009)



     287.    Extraordinaria fué también la prudencia con que se condujo la Madre María Cándida en el convento de Agustinas Concepcionistas, vulgo Gaitanas, de Toledo, en el cual, sin perturbar en lo menor el buen orden de aquella Comunidad, antes por el contrario, contribuyendo con su buen ejemplo a afianzarle, preparó jóvenes para su futura Comunidad, recibiendo y educando novicias con las cuales, terminadas las obras, había de trasladarse a su convento de Valdepeñas. Su mayor cuidado fué que sus religiosas se fundasen bien en la vida común perfecta y en la más perfecta caridad y unión de corazones bajo el suave yugo de la obediencia.

     288.    Resplandeció asimismo la especial prudencia de la Madre María Cándida en las múltiples y delicadas relaciones que con motivo de dicha fundación tuvo que sostener con diversas personas, tanto particulares como constituídas  en autoridad eclesiástica o civil, durante el largo tiempo que duraron las obras y el expediente seguido para obtener la Real orden que autorizase la misma fundación.

     289.    Prudentísima fué en el uso caritativo que hizo la Madre María Cándida de los dones extraordinarios, en especial del de consejo, que el Señor la concedió en favor de sus prójimos; y en la comunicación con sus hijos espirituales de las cosas que el Señor la revelaba, siguiendo en esto escrupulosamente la voluntad del mismo Dios y no la curiosidad de las personas buenas que la preguntaban. Tenía la Madre grandísima confianza con su hija espiritual doña Juana Vizcaíno, de quien había recibido y recibía muchos favores y a quien en 5 de Agosto de 1858 escribía: "Ninguna ocupará el lugar que en mi corazón tienes; sí, hija mía, te amo con delirio, eres toda mi confianza, mi descanso, mi consuelo, y si fuera de silla a silla te diría lo que me callo para cuando te tenga a mi lado, y tendrás que confesarme que es así"; y sin embargo, a veces eludía contestar a sus preguntas, como cuando doña Juana manifestó deseos de saber el resultado del pleito. "Eres una picarilla -la respondía la Madre en 6 de Octubre de 1860-; conque tú lo que quieres es que yo te diga si el Santísimo Niño me ha dicho lo del pleito o no; picarilla, alabémosle  por todo", y sobre este asunto no la dice ni una palabra más, dejándola en completa incertidumbre.

     290.    Dió la Madre Cándida pruebas de gran prudencia, manifestando a sus confesores, escogidos entre los más prudentes, las visiones, profecías y revelaciones con que el Señor la favorecía y sometiendo en todo su conducta a los consejos de su padre espiritual don Cesáreo Humarán: en la comunicación con él se desahogaba su alma y una de sus mayores amarguras era el verse privada de semejante comunicación cuando su confesor estaba enfermo.
     En las ausencias de D. Cesáreo se confesaba con el Dr. Manuel Gómez Salazar, que la regaló algunos libros. En un tomo del Año Cristiano, edición de Barcelona, de 1852, dejó escrito la Madre: "+ Sor María Cándida de San Agustín. Estando en Toledo me regaló mi confesor el Doctor D. Manuel Gómez Salazar este año cristiano, estando en el convento de las Gaitanas para trasladarme al mío de Valdepeñas en el año de 1855. Gracias a Dios."


     291.    Enemiga del ocio toda su vida, hizo la Madre María Cándida uso prudentísimo del tiempo y el que la dejaban libre los actos de comunidad, el trato obligado con los prójimos, y el necesario descanso, lo empleaba, aun en medio de sus enfermedades y trabajos , en alguna labor útil, aunque fuese al parecer tan insignificante como la de hacer hilas.

     292.    Y no dejó el Señor de premiar con algún milagro esta laboriosidad. Estaba en cierta ocasión haciendo la Madre un acerico para una persona, a quien quería complacer, y le tenía sin concluir ni adornar por sus muchos males y ocupaciones; pero al ir a recogerle para entregarle como se encontraba, le hallaron concluido y adornado con toda perfección, quedando las religiosas maravilladas de aquel suceso.

     293.    Heroica prudencia manifestó por fin la Madre María Cándida en el cuidado que tuvo toda su vida, principalmente siendo religiosa, de estar constantemente preparada para la muerte. Las muchas veces que ella fué celestial mensajera para anunciar la muerte próxima a diversas personas  a fin de que se preparasen a bien morir; las varias otras veces en que ella misma había sido enviada milagrosamente para asistir en la hora de la muerte y ayudar a bien morir a otras personas; y las distintas veces en que desde sus primeros años de religiosa estuvo deshauciada de los médicos y, recibidos los sacramentos, preparada para morir, la habían hecho comprender mejor la necesidad de estar siempre bien prevenida para la muerte y pronta para salir al encuentro del divino Esposo cuando quisiera llamarla.

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 14

domingo, 16 de junio de 2013
     272.    En favor de su sobrino Rafael escribía así en 15 de Septiembre de 1860 a doña Juana Vizcaíno: "Te estimaría muchísimo, si en hacerlo no tenías ningún inconveniente, me hicieras el favor de suplicar a S..., en mi nombre, si podría colocar a mi sobrino en el ferrocarril o en otra cosa honrosa; me lo pide el pobre mucho."  Y en 17 de Octubre del mismo año:  "Me tienes dicho que si la Compañía de Manuel se queda con lo de la Mancha, podría tal vez acomodarlo. El pobre me clama por Dios que haga cuanto pueda, que en verdad no puedo nada, y,  sin embargo que mi corazón sufre y se me parte de dolor, siento incomodar. Así, haz lo que puedas, si te es posible, por este pobre padre con tres hijos y su mujer, y perdona a tu Madre que te molesta tanto."

     273.    Para la niña Dolores, que ayudada de sus religiosas instruía y educaba la Madre Cándida en el convento, y para el citado sobrino Rafael, padre de la misma niña, que era pobre, también pedía de nuevo caritativamente socorro y ayuda. El 15 de Noviembre de 1860 decía en carta a doña Juana Vizcaíno: "Me alegraré mandes a Dolores el traje que la ofreces de abrigo"; y el 13 de Diciembre: "La Dolores se va aplicando mucho; ya ha concluído la cartilla, está haciendo un dechado muy bonito, tiene mucho talento. Su pobre padre me quiebra el corazón; no pierdas, Juana mía, la ocasión que conozcas puedas colocarse; Dios te lo pagará."

     274.    La verdadera caridad como se complace de los bienes ajenos, principalmente espirituales, otro tanto se conduele de los males, y más si son eternos. Movida de esta caridad se alegraba inmensamente la Madre María Cándida de la conversión de las almas, pero más aún cuando sabía que entraban en posesión de la gloria. Así, por ejemplo, sabedora por revelación divina de la gloria de que gozaba el esposo de doña Juana Vizcaíno, íntima amiga suya,  escribió  ésta el 26 de Marzo de 1858 una ternísima carta llena de celestial alegría, invitándola a dar muchísimas gracias al Señor por tan grande beneficio. Dos días después la excita en otra carta a la alegría y a la correspondencia por el mismo beneficio, comunicándola a la vez con igual satisfacción, que del mismo bien de la gloria gozaban ya sus padres y otros parientes que en la misma carta especifica.

     275.    Se hallaba doña Juana Vizcaíno en los últimos meses del año 1860 escasa de recursos, y sentía no poder por esta causa ayudar temporalmente a la Madre María Cándida tanto como hubiera deseado. Haciéndose participante de este sentimiento la Madre Cándida, en 18 de Noviembre la escribía: "Se me olvidaba decirte te mando como madre no vendas el pañuelo por hacer el vestido a Dolores; esto te lo pido por Dios, y si lo haces me darás un gran sentimiento, lo que no creo de una hija que tanto me ama." Y el 20 de Diciembre la decía: "Por mí, amada mía, no pases pena: nada necesito, gracias a Dios, y sólo siento estés tú falta de dinero. Conmigo tienes cumplido, y me constan los deseos que hacia mí te animan: así está tranquila. No quiero, hermosa mía, que pases penas por mí; que algunas veces me atormenta no tienes para el pan y estás haciendo sacrificios. Soy tu madre que sabes lo mucho que te quiero y debías tener confianza para decirme: no puedo, madre mía. Y acaso tus padecimientos procedan de no tener para mandarlo. Juana mía, dime, ¿no tienes confianza con una madre que te ama con delirio? Dejo a tu consideración cuánta será mi pena viéndote tan apurada."

     276.    Se presentó un día a la Madre María Cándida el diablo muy ufano, diciéndola que se iba a llevar a Fulano, persona conocida de la Madre y cuyo bien espiritual ella había procurado, aunque él no la había hecho caso. Siendo como es padre de mentira, no creyó la Madre al diablo, pero a las cuatro horas, sentándose aquel individuo a comer se quedó muerto y vió la Madre que verdaderamente se lo llevaba el diablo, quedando ella llena de grandísima pena que la partía el corazón en vista de tan grande desgracia.

     277.    Igual o mayor pena experimentó la Madre María Cándida por la condenación eterna de un sacerdote. La había manifestado el Señor el mal estado de aquella alma para que le avisase y se corrigiese. Le avisó la Madre, en efecto, algunas veces, pero no se corrigió ni enmendó, y un día, estando descuidada de esto, vió que el diablo se llevaba aquel sacerdote y la decía: "-Este ya es nuestro; mira, mira." Preguntando después por dicho sacerdote la dijeron que había muerto, y averiguando el tiempo resultó que la muerte había ocurrido el día y hora en que la Madre había visto que se lo llevaba el diablo; noticia que aumentó más y más la pena de la Madre.
     Análogos a éstos pudieran referirse varios otros casos.

     278.    Tanto antes como después de ser religiosa, cautivaba la Sierva de Dios Madre María Cándida con su sencillez e inocencia y excepcionales virtudes los ánimos de los que la trataban; pero no faltaron en el siglo, aun entre sus mismos parientes, y en religión, entre sus propias hermanas, personas que murmurasen de ella y la maltratasen, y que por envidia la persiguiesen y la dijesen grandes insultos, que ella soportó con grande tranquilidad de ánimo y compasión de los que la ofendían. Con la misma tranquilidad de ánimo soportó con motivo de la fundación de Valdepeñas los desaires de ciertas personas eclesiásticas y civiles, cuando ni siquiera se dignaban contestar a las cartas que les dirigía solicitando ayuda y que se tramitase con diligencia el expediente: tal cosa la sucedió, por ejemplo, con el Secretario del Arzobispo de Toledo, y con un Sr. Gutiérrez  de los Ríos, de quien en parte, dependía la pronta terminación de dicho expediente y rehusaba mover ese asunto.

     279.    Dotada por Dios en alto grado del don de consejo, servíase la Madre María Cándida de esta gracia en utilidad de sus prójimos sin distinción de personas, oyendo caritativamente, tanto en Alcalá como en Toledo, a cuantos acudían a ella, que eran muchísimos, en demanda de consuelo y de luz en los asuntos del alma. Lo mismo hacía por medio de sus cartas, como aparece de las que aún se conservan dirigidas a distintos individuos, no desdeñándose de ayudar con sus consejos aun a las personas más humildes.

     280.    A un criado, llamado Julián, que servía en Valdepeñas a D. Cesáreo Humarán cuando éste fué a dirigir las obras de la fundación del convento de Agustinas, escribía así la Madre María Cándida en 13 de Julio de 1855: "Viva Jesús.- Mi estimado Julián: Con mucho gusto he leído tu carta. Cuando yo esté en ese mi convento te manifestaré mi agradecimiento, si cuidas bien y con todo esmero a mi buen Padre D. Cesáreo. Procura tú agradar a Dios; huye las malas compañías; toma a la Virgen santísima por maestra y te enseñará a ser casto, virtud que roba el corazón de nuestro Padre Dios.  Yo pediré por ti en mis oraciones. Ten mucha devoción con el santo Ángel de tu guarda; persignate al acostarte y cuando te levantes por la mañana; no salgas un punto de lo que te mande mi Padre, que en todo conoce tu bien mejor que tú; reza una estación al Santísimo por mi intención, y un Credo a Nuestro Padre Jesús Nazareno y un Padrenuestro al Beato Miguel de los Santos. Mis hijas te dan expresiones; te encargan cuides de mi Padre; te están haciendo una cartera. Tu paisana te bendice.- Sor María Cándida de San Agustín."


                            
 

                    Carta autógrafa que se conserva el el convento de Agustinas de San Diego en Valdepeñas.



   281.     Doña Josefa, viuda de un señor Villar, tenía una criada, la cual por medio de doña Juana Vizcaíno consultaba varias cosas a la Madre María Cándida. El 29 de Septiembre de 1860 escribía ésta a doña Juana: "Di a la criada que se consuele mucho, porque su padre hace más de un año goza de Dios; que procure ella ser buena para que algún día le acompañe." Y el 3 de Octubre: " Vamos a la pregunta de la criada sobre si la convendrá casarse con el hombre que la quiere. Dila que sí, que le diga que sí; pero que lo verifiquen cuanto antes: las bodas largas son causa de grandes males. Encárgala sea mujer de bien y se produzca con honor, mirando que Dios Nuestro Señor está presente y todo lo ve; y siendo buena, Dios la bendecirá y protegerá."

     282.    Tan intenso era el fuego de caridad que inflamaba el alma de la Madre María Cándida de San Agustín para con sus prójimos vivos y difuntos, que hubiera querido remediar todas sus necesidades, y para aliviarlas, no vacilaba en imponerse toda clase de sacrificios.


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