APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 6, 1

lunes, 30 de septiembre de 2013
                                                          VI


            DE  LA  FAMA  DE  SANTIDAD  EN  LA  VIDA  Y  DESPUÉS  DE  LA  MUERTE  DE  LA                                   SIERVA  DE  DIOS   SOR  MARÍA  CÁNDIDA  DE  SAN  AGUSTÍN




     434.    Grande fué la fama de santidad y de virtud de hacer milagros de que gozó la Madre María Cándida de San Agustín durante su vida. Aun antes de ser religiosa ya gozaba de gran fama de virtud; de religiosa en Alcalá ya era aclamada como santa y poderosa para socorrer necesidades hasta con milagros; por tal la tenían los pueblos por donde pasó en su tránsito de Alcalá a Toledo, y en Toledo mismo y en muchos otros puntos por tal la tuvieron todo lo restante de su vida, como se podría probar con muchos otros hechos, sobre los ya narrados en artículos precedentes. A mayor abundancia referiremos algunos otros.

     435.    El médico del convento de Agustinas Magdalenas, de Alcalá de Henares, que asistía a la Madre María Cándida cuando estuvo a punto de morir el año 1828 y fué curada milagrosamente por intercesión de San Diego, encantado de su virtud y santidad, la llamaba su ángel y decía que más quería  que se le muriesen su mujer y sus dos hijas que no su ángel. Cuando sucedió aquella curación milagrosa de la Madre y ocultándosela le llamaron, preguntó en seguida: "-¿Ha muerto mi ángel?", y al llegar a la puerta reglar lleno de pena volvió a preguntar:  "-¿A qué hora ha muerto mi ángel?" Cuando al abrir la puerta la misma Madre María Cándida, ya buena y sana, le saludó diciendo: "-Buenas noches, Don Mariano", él, algo incrédulo en punto a milagros, sorprendido y asombrado de ver viva y buena a la que esperaba encontrar muerta o expirando, empezó a dar voces diciendo:  "-Creo, creo",  y así iba por el claustro y subió con las religiosas para hacer las pruebas y cerciorarse más de lo que veía. Luego dijo a la Madre María Cándida que rogase a Dios por él y le pidiera que muriese en sus brazos. Y así sucedió; pues desengañado por lo que había visto, hizo una buena confesión, viviendo en adelante  muy cristianamente, y un día, bajando de la enfermería acompañado de la Madre María Cándida, le dió un ataque, y se cayó, la Madre le tomó en sus brazos y expiró.

     436.    Por el mismo tiempo de la curación milagrosa de la Madre María Cándida estaba también enferma de cuidado Sor María de los Dolores de Jesús; pues llevaba dos años de calentura continua y decían que estaba ya en el segundo de tisis. Viendo ella el prodigio que Dios había obrado con la Madre María Cándida por intercesión de San Diego, la dijo: "-Mira, ya que el Señor ha hecho eso contigo, que estabas peor que yo, pídele que, si me conviene, me conceda la salud." Al instante se puso buena y sana, como si tal cosa no hubiera tenido, atribuyendo este milagro a la Madre María Cándida y diciendo: "-San Diego ha curado a Sor  María Cándida, y Sor María Cándida me ha sanado a mí."

     437.    Había en la Coruña un cirujano enfermo, que había gastado en médicos y medicinas cuanto tenía y cada día se hallaba peor, llegando a verse desahuciado. En este desconsuelo tuvo noticia de la Madre María Cándida, oyendo decir muchas cosas de ella, y secundando el impulso que tenía se encomendó a ella. ofreciendo, si se ponía bueno, ir a verla y darle las gracias. No le engañó su fe, pues al instante sanó y recobró completa salud. Nadie sabía nada de esto hasta que él se presentó a dar las gracias a la Madre y lo publicó.

     438.    El armero Jacinto López, del pueblo de Villa del Prado, hijo de D. Gregorio y de doña Paula Rodríguez, iba una noche, la víspera de San José, a su pueblo, y al pasar por el monte se le presentaron unos que le esperaban para matarle: en este apuro él empezó a clamar a la Madre María Cándida que le amparase, y en el acto los que le acechaban quedaron parados sin poderse mover. Jacinto aligeraba el paso, clamando, interiormente, a la Madre, y estando nublado se le presentó en el aire, como cuando la luna se deja ver un poco entre nubes, y le acompañó hasta la entrada del pueblo. Después le escribió la Madre y le decía que otra vez  no corriese tanto, que la había hecho correr mucho y ella no podía correr tanto como él. Esta familia recibió de la Madre muchos favores extraordinarios como contaban los mismos favorecidos.


Edicto promulgado por la diócesis de Madrid-Alcalá con el fin de recoger datos y testimonios sobre la santidad
 de la
Sierva de Dios Sor María Cándida de San Agustín


     439.    Una parienta del farmacéutico de Villa del Prado tenía un cáncer en un pecho, y estaba tan mal, que, habiendo resultado inútiles todos los remedios, llevaba una semana de dolores tan atroces que la hacían gritar continuamente con gran molestia de toda la vecindad. Resuelta a hacerse la operación para extirparle, se puso la noche antes con toda fe y devoción una estampita del  Niño Jesús del Consuelo de la Madre María Cándida, y a la mañana siguiente amaneció buena y sana. Don Paz García  Valliano, que así se llamaba el farmacéutico, en vista de tal prodigio, fué a visitar a la Madre María Cándida y a darla las gracias por tan gran beneficio, pero no fué menor, aunque de otro orden, el que él recibió; pues de la entrevista con la Madre salió completamente transformado de soberbio, iracundo y de vida no muy arreglada, en hombre tranquilo, manso y resuelto a cambiar de conducta. Quedó después tan devoto y agradecido a ella, que la tenía por santa, la visitaba con frecuencia y la llevaba algunos regalos.

     440.     Una pobre mujer del mismo pueblo, de Villa del Prado, iba a Toledo con una mula cargada, y cayendo el animal debajo de la carga estaba a punto de perecer. La mujer se hallaba sola, y no pudiendo valerse con la caballería, empezó a llamar y a dar voces diciendo: "-Madre Cándida, ampáreme usted que se me mata mi mula." Distaba cinco leguas de Toledo, y estando la Madre María Cándida con otras en su celda, les dice "-¿Quién me llama?... ¿No oís las voces que me dan? " Y en efecto, las otras, también las oyeron. Fué la Madre y levantó la mula buena y sana. Al día siguiente en cuanto pudo se presentó la mujer a dar gracias a la Madre, y ésta, antes de que la mujer llegase al torno, dijo a Sor Jesús: "-Anda, baja que llega al torno la Fulana."  Y así fué. Apenas llegó la mujer empezó a contarlo todo, y lloraba de alegría diciendo que a la Madre Cándida debía que no se le hubiese matado su mula.

     441.    Un hombre viudo, de un pueblo distante algunas leguas de Toledo, iba con su hija un día a Toledo. Por no mantenerla le vino el pensamiento de matarla, y ya iba a ejecutarlo. La hija llamó a la Madre María Cándida que la amparase, y la Madre la libró de las manos de su padre. Llegaron a Toledo, y la hija se fué al instante a ver a la Madre, pero el padre no quiso subir al torno. Sin haber dicho la hija nada de su padre, la Madre la preguntó: "-¿Donde se ha quedado tu padre? Dile que suba."   El hombre no quería; pero al fin subió.  "-¿Por qué no quería usted subir?", le dijo la Madre, y él empezó a dar sus excusas. Entonces la Madre le reprendió de la crueldad que había querido cometer con la hija refiriéndole todo lo sucedido. El hombre empezó a llorar y pedir perdón, prometiendo, que otra vez no volvería a pensar en hacer tal cosa.

     442.    En Madrid se estaba muriendo una señora conocida de doña Francisca, esposa de D. Bernardino Tormejón, y ésta fué a verla llevando un pañito teñido en sangre de la Madre María Cándida que, con mucha fe e invocándola, le puso en la boca. La enferma, estando como estaba acabando, al punto abrió los ojos y volvió tan en sí que en seguida se puso buena.

     443.    El Reverendo Padre D. Rodulfo Millana, religioso Bernardo, hombre de mucha virtud y letras, decía a D. Manuel Raposo que la Madre María Cándida era santa y virtuosa y muy perseguida del demonio, que la mortificaba y maltrataba de muchas maneras. Hacía tiempo que dicho D. Manuel Raposo deseaba encontrar una persona verdaderamente santa, cuanto en la tierra se puede ser, y quedar enteramente penetrado, convencido y persuadido de ello después de buen examen. Por Julio de 1848 vivía en Alcalá doña María Díaz con su familia, toda ella muy conocida de D. Manuel, y por medio de ella comenzó éste a examinar si la Madre María Cándida era verdaderamente santa o no. Visitaba a ésta mucho doña María, y a veces, cuando iba a Madrid, daba expresiones a D. Manuel, de parte de la Madre María Cándida que decía conocerle:  "-No puede ser que me conozca -sostenía D. Manuel-, porque no me ha visto nunca."  Y doña María afirmaba que sí, que le conocía y que daba señas exactas de él. Entonces D. Manuel, escribiendo a una persona de dicha familia, dirigió un párrafo a la Madre María Cándida, diciéndola que, si era del mismo pensamiento y parecer que él, le indicase qué era lo que debía hacer, y le respondió muy a propósito, quedando él muy admirado y con deseo de verla y sondear bien su interior. Ella no cesaba de enviarle expresiones con dicha señora y de decirle que fuera a verla, que quería hablar despacio con él; a lo que D. Manuel respondía que si tanto lo deseaba que se lo mandase e iría; siendo su intención, que ella lo pidiese a Dios y el Señor así lo dispusiera.  

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 5, 2

martes, 24 de septiembre de 2013
     427.    Conocida la muerte de la Madre María Cándida de San Agustín, los habitantes de Toledo sin distinción de clases, acudieron sin cesar  en grandes grupos a la iglesia del convento para tener el gusto de ver el cadáver de la difunta, mientras estuvo expuesto al público en el coro bajo, frente a la reja, hasta el momento de su sepultura.

     428.    En el libro del convento de Agustinas de Nuestra Señora de la Concepción, titulado "Libro de Peticiones", que empieza en el año 1691, en los folios 41 v. y 42, se halla la siguiente partida de defunción: "En 30 de Marzo de 1861 falleció a las diez y media de la mañana Sor  Cándida Córdova de San Agustín, religiosa profesa de velo negro, procedente del convento de Agustinas Calzadas titulado las Magdalenas de la ciudad de Alcalá, siendo Presidenta de este convento Sor Escolástica de Santa Rita, y en el día siguiente 31 de citado Marzo se la dió sepultura en la bóveda del expresado convento."

Trampilla en el coro por donde se  accede a la bóveda donde fue enterrada la Madre Cándida de San Agustín

     429.    Habiendo fallecido la Madre María Cándida de San Agustín en opinión de santidad, el Superintendente General de los conventos de religiosas del Arzobispado de Toledo dispuso que su cadáver fuese colocado en una caja de plomo con cristal dentro de otra de madera. Y así fué sepultada en el convento de Agustinas Concepcionistas, vulgo Gaitanas, de Toledo, en que murió, y se conservaron sus restos hasta que fueron solemnemente trasladados a Valdepeñas.                 
     430.    La licencia para esta solemne traslación fué concedida, tanto por la autoridad eclesiástica como por la civil, en Julio de 1876, la de aquélla a instancia de la Superiora de las Agustinas Concepcionistas, vulgo Gaitanas, de Toledo, y la de ésta a solicitud de D. Manuel Torres, sobrino de doña Juana Vizcaíno.

     431.    El cuerpo de la Sierva de Dios Sor María Cándida de San Agustín, a juzgar por las manos y la cara que se veían, estaba incorrupto; pues manos y cara estaban como el día que se le enterró, lo mismo que las flores naturales que al sepultarla la pusieron.

     432.    Dicho cuerpo fué trasladado en Octubre de 1876,  a los pocos meses de haberse instalado la Comunidad en el  convento, colocado en el coro bajo con la siguiente inscripción: 

                                "Aquí yace la R. M. Sor Cándida Córdova de San Agustín,
                                 que falleció en Toledo el 30 de Marzo de 1861, 
                              siendo trasladada a este convento, del que fué fundadora,
                                              el 24  de Octubre de 1876. R. I. P."
  
   Asistió a esta ceremonia tal concurso de gente cual no se había visto nunca en Valdepeñas.

     433.    Al día siguiente se celebraron en la iglesia conventual solemnes honras fúnebres por el eterno descanso de su alma, siendo celebrante en la misa solemne D. José Córdova, sobrino de la misma Madre María Cándida y uno de los ministros D. Gabino Marqués, actualmente Dignidad de Tesorero de la Primada de Toledo.



 Cuadro de defunción de la Madre María Cándida de San Agustín


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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 5, 1

jueves, 12 de septiembre de 2013
                                                           V

                                  ULTIMA    ENFERMEDAD,     MUERTE   Y   SEPULTURA   DE                                                             LA   SIERVA   DE   DIOS SOR MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN

     414.    Cuando el año de 1828 estuvo la Madre María Cándida a la muerte y desahuciada de los médicos, antes de que San Diego la curase milagrosamente en Alcalá, habían abierto ya la sepultura para enterrarla, bien persuadidos todos de que moría; pero ella dijo varias veces a su Señora Maestra: "-Madre, yo no me entierro aquí", indicio claro de que el Señor la había revelado que moriría en otra parte.

     415.    Varias veces dijo también a su compañera Sor Dolores de Jesús que había de morir antes que ésta, a pesar de estar Sor Dolores muy enferma; y en otra ocasión, después de librarla con sus oraciones de la muerte, la dijo: "-Conviene que cuando yo muera quedes tú, que  así lo quiere el Señor." 

     416.    Algunos meses antes de morir dijo a su confesor, D. Desáreo Humarán, que Dios quería que la fundación de Valdepeñas estuviera hecha, pero que los hombres no habían querido; que ella había cumplido con hacer lo que estaba de su parte y que se acercaba su tiempo, añadiendo: "-Pronto se acabarán mis trabajos y podré decir: Consummatum est."

     417.    En la última enfermedad, de que murió, conoció bien que de ella moriría; porque en otras ocasiones, que había estado peor y de mucho peligro, siempre animaba y consolaba a todos, asegurando contra el parecer de los médicos que viviría, y entonces no hacía nada de esto.

     418.    Un mes antes de la muerte, el 24 de Febrero, volvió a repetir al confesor lo ya dicho, y le previno para el golpe que veía venir, recordando entonces el confesor lo que diez y ocho  años antes le tenía dicho, esto es, que moriría en Semana Santa.

     419.    El Viernes Santo por la noche se la agravaron los padecimientos del cuerpo y mucho más los del espíritu; porque padeció toda la Pasión, y estaba toda descuadernada y con las espaldas hechas una llaga. Desde que principió  la Cuaresma empezó a padecer con el Señor, y era tanto lo que padecía y tan fuerte y sin descanso, que un día llegó a decir: "-Señor, dadme dos horas siquiera de descanso, si es de vuestro agrado; si no, contenta estoy."

     420.    El Sábado Santo, a las ocho de la mañana, la administró el Viático el Sr. D. Domingo Jijón, Superintendente y Visitador de las monjas del Arzobispado de Toledo, en cuyas manos hizo el desapropio, y cogiendo a Sor Dolores de Jesús dijo: "En ésta queda toda  mi confianza y todas mis veces para la fundación; que la lleve adelante hasta conseguirla, como si fuera yo misma."

     421.    Hasta  antes de recibir el Viático  la persiguió el Demonio, pero entonces ella le dijo:  "-Vete de ahí, mala bestia", y desapareció, no volviendo a presentarse más: en su lugar vino la Virgen, con quien hablaba en voz baja.

     422.    Cuando recibió el Viático la acompañaron varios santos, entre ellos Santa Teresa de Jesús. Diciéndola que bebiera un poco de agua, contestó: "-Ya me lo ha dado Santa Teresa dos veces";  y preguntándola si quería que la llevasen el Niño Jesús del Consuelo, respondió: "-Ya ha estado aquí dos veces." La preguntaron también sus hijas si se moría, y no les dijo más que: "-Consummatum est", cuyo sentido no comprendieron hasta que murió.

     423.    Perdonó a todos sus enemigos con todo su corazón.


Cuadro colocado en el lugar donde Madre Cándida  de San Agustín  entregó su alma a Dios.

     424.    Poco antes de morir, a su compañera Sor Dolores de Jesús y a las que tenía admitidas para su convento de Valdepeñas, dijo: "- Surrexit Dominus vere, alleluia", dándolas a entender que habían terminado sus padecimientos y que moría para resucitar con el Señor. Empezaron ellas a llorar y a preguntar qué sería de la fundación si ella moría, a lo que, consolándolas, contestó que era voluntad de Dios que entonces muriese y que si no iba a Valdepeñas en vida iría después de muerta.


     425.    A las nueve  y media la administró su confesor la Santa Unción, la aplicó las indulgencias, la leyó la recomendación del alma, y poco después de las diez, al tocar al Alleluia, casi sin agonía, expiró, entregando su alma en manos de su Criador a la edad de cincuenta y siete años un mes y quince días, el ya citado día 30 de Marzo de 1861.

     426.    Respecto de su muerte escribió también su compañera Sor Dolores de Jesús lo siguiente: "Dos meses antes de morirse lo supo, pero por no darme mal rato no me lo quiso decir. Con el mal de que murió se iba poniendo mucho más imposibilitada, y un día comulgó en la cama, y después la dije: "-Dime, Madre, ¿qué te ha dicho el Señor?" Y me dijo: "-¿Qué quieres que me haya dicho? ", y a fuerza de instancias me añadió: "-Me ha dicho que Commsumatum est." Y la pregunté qué quería decir; me dijo: "-¡Qué quieres que sea!, que me muero."  Y estábamos en Miércoles Santo, y el Sábado Santo, al tocar la primera campana a Gloria, expiró, diciendo las últimas palabras al confesor:  "-Ahí le encomiendo a usted esa alma (por mi)."  Y el confesor se puso malo, y yo estuve con una serenidad que no era natural en mi; porque hasta le ayudé a vestir sin turbarme. Y ya me lo tenía dicho que en su muerte estaría yo sin separarme de ella. Y así fué."

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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 4, 7

martes, 10 de septiembre de 2013
     403.    Vió  además la Madre Cándida muchas personas condenadas al infierno. De varios Obispos que murieron en cierta ocasión, vió que todos, menos uno, se condenaron, porque eran jansenistas. En otra ocasión vió que de un millón de católicos que murieron se perdieron más de la mitad.

     404.    El día 28 de Julio de 1858, estando en la oración de la mañana recibió la Madre María Cándida una impresión terrible, porque el Señor la hizo ver un alma que entonces mismo bajaba a los infiernos condenada. Era una religiosa profesa de cierto convento, que en una de las revoluciones se dejó engañar y sacar del convento; después anduvo rodando y murió en un pueblo cerca de Valencia, llena de miseria. A D. Manuel Raposo, que fué ese día a ver a la Madre María Cándida, le dijo ésta: "-¡Ay, hermano, que estoy muerta, y no sé cómo vivo!", y contó lo que le había pasado suspirando y diciendo: " -¡Ay, hermano, qué desgracia y qué horror, qué lástima de criatura! Por haberse creído y dejado engañar, ¡qué pago la da ahora el diablo!"

     405.    Se presentó  a la Madre María Cándida en cierta ocasión una señora, que estaba en el infierno por haber prestado dinero a un interés mucho mayor del que la ley permitía, con grave daño de las personas a quienes lo había prestado, y la dijo: "-¡Maldito sea el dinero, que por él me he condenado! Y di a mis parientes que devuelvan tanto y tanto a Fulano y a Fulano que les llevé demás, para que no sea tan atormentada, porque cada vez que usan de ello se me aumentan los tormentos. Por el dinero me he condenado; si no lo hubiera tenido, no me hubiera condenado."

     406.    De un hombre de edad, que había ocupado grandes puestos y a quien había conocido D. Manuel Raposo, dijo a éste la Madre María Cándida que le había visto en el infierno, y daba señas exactas de él  con su nombre y apellido y varias circunstancias de su vida. Y diciendo D. Manuel que tenía buen corazón y había hecho algunas obras buenas, replicó la Madre: "¿Qué, hermano? ¿Es buen corazón el dudar y no creer las cosas de la fe?", diciendo además de él otras cosas que D. Manuel sabía eran exactas y conformes con la verdad.

     407.    Tuvo también la Madre María Cándida revelaciones de cosas ya pasadas en esta vida. En cierta ocasión la manifestó el Señor que la causa de morir sin el hábito de Carmelita el Padre Gracián de la Madre de Dios, Provincial que fué de los Carmelitas Descalzos y Confesor de Santa Teresa de Jesús, no fué otra que la de haber sido excesivamente blando y condescendiente con los frailes.

     408.    A D. Manuel Raposo dijo la Madre María Cándida que Dios había enviado un sacerdote para que escribiese en favor de la Iglesia y de la justicia y escribió en favor de las condescendencias del Papa con la revolución, y que por esto se lo llevó el Señor. Al empezar a decirlo observó D. Manuel: "-Ese es Fulano" y ella preguntó: "-¿Quién se lo ha dicho a usted?", a lo que contestó D. Manuel que el mismo sacerdote, con la defensa publicada que había leído. Don Anastasio Sotés asegura que se trataba de Balmes. 

     409.    Manifestó el Señor a la Madre María Cándida cuánto habían desagradado a Dios la Reina y el Papa, consintiendo la venta de los bienes eclesiásticos en España, y que uno ce los principales  que intervinieron en el Concordato, por la aprobación de dicha venta, desagradó también mucho a Dios y murió de repente por eso.

     410.    Durante una novena al Sagrado Corazón de Jesús, que se hacía en la iglesia de las Agustinas Magdalenas de Alcalá, iba algún día a predicar el Padre Miguel Simón de la Torre, Trinitario Descalzo, que trataba y quería mucho a la Madre María Cándida, tratándola de Madre; ella también  apreciaba mucho a dicho Padre y le daba el tratamiento de Hijo. Un día de los que fué a predicar este Padre le pusieron la maleta en la diligencia de Guadalajara, en vez de ponérsela en la de Alcalá, y se incomodó bastante, manifestándolo con expresiones ante la gente. Lo mismo fué llegar  Alcalá y presentarse a la Madre que decirle ésta todo lo ocurrido y reprenderle, añadiendo que no pensaba que un religioso y sacerdote se hubiese descompuesto de aquel modo delante de la gente, de modo que el Padre quedó ante ella avergonzado y la dió palabra de enmendarse.

     411.    Doña Juana Vizcaíno fué a Toledo por Agosto de 1860 y tuvo que pedir licencia al Prelado para poder ver a la Madre María Cándida por ser uno de los días en que no se veía a las religiosas. La recibió el Prelado bruscamente y la hizo llorar y sentir bastante; pero luego entró él al locutorio y después de contar a las religiosas lo que había sucedido, paseándose a la vez y haciendo ademanes y gestos, envió a decir a doña Juana que podía subir al otro locutorio a ver a la Madre María Cándida. Ésta, tan pronto como la vió, la dijo: "-Hija, ¿qué tienes, qué te sucede?", porque se conocía que había llorado, y ella ocultándolo dijo que nada. Luego San Felipe Neri se lo manifestó todo a la Madre, haciendo los mismos gestos y ademanes y paseándose como el Prelado. Al día siguiente, cuando volvió doña Juana la dijo la Madre: "-Dime, ¿con que me decías ayer que no tenías ni te sucedía nada? Pues sabe que tengo quien me lo dice todo. Mi Santo Abuelo me dijo como te trató el Prelado", y al referirlo con los mismos ademanes y gestos, las dos se morían de risa y de contento.

Retrato de Madre Cándida realizado por E. Suñez.  Propiedad del Ayuntamiento de Valdepeñas

     412.    En cierta ocasión,  después de los grande ímpetus de amor de Dios que padecía la Madre María Cándida y ponían en peligro su vida, la preguntaron qué comería, porque hacía mucho tiempo que no había comido nada, y contestó pidiendo unas bellotas que había asado Sor Dolores de Jesús, sin que nadie la hubiese dicho que Sor Dolores tenía tales bellotas, quedando las religiosas maravilladas de ver tantos prodigios como Dios hacía con su Madre María Cándida.

     413.    De estos hechos y otros análogos que quedan referidos y de otros que se omiten, relativos a los dones sobrenaturales con que el Señor quiso adornar a su Sierva la Madre Sor María Cándida de San Agustín, no habló ella voluntariamente o por propio impulso, sino obligada por la caridad para con sus prójimos o por especial inspiración de Dios y sin atribuir jamás cosa alguna a sus propios méritos, antes bien, humillándose y reconociéndose indigna de tales gracias, como, por ejemplo, se ve cuando en 6 de Octubre de 1858 comunica a la Madre Carlota, Superiora de las Salesas Reales de Madrid, la entrada en el cielo de su hermana la Madre Felicitas, diciendo: "Viva Jesús. -Amadísima Hermana de mi alma en Jesús. Voy antes a suplicarla guarde secreto en lo que la voy a decir de nuestro ángel Madre Felicitas. Ésta voló al cielo el día del Santo Arcangel San Miguel. Me da vergüenza, hija mía, decírselo, pero usted ya sabe soy la criatura más ruin y miserable que puede haber. ¡Ay, sí! amada mía, más que sé ponderárselo. Convencida de esta verdad compadézcase de mí y pida a Nuestro Señor me abrase más y más en su santo amor."


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APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 4, 6

jueves, 5 de septiembre de 2013
     390.    Tuvo la Madre María Cándida muchas visiones relativas a las almas del purgatorio. En la fiesta de San Diego y su octava y principalmente en la de la Asunción de la Santísima Virgen, eran muchas las almas que, a consecuencia de sus oraciones y penitencias, veía subir al cielo. En los últimos años de su vida en este día de la Asunción de la Virgen, no quería que la hablasen de nada; le quería ocupar todo en el cielo y en sacar almas del purgatorio y llevarlas a que celebrasen la fiesta de su gran Reina. Después decía que eran miles, que no tenían número las almas que en ese día habían entrado en el cielo.

     391.    Vió en el purgatorio muchas almas de personas particulares. La mostró el Señor a Carlos IV y a María Luisa padeciendo terribles tormentos. María Luisa en Roma se convirtió enteramente a Dios e hizo mucha penitencia y por eso se salvó; pero no saldría del purgatorio hasta el año 1870. También vió al Rey Don Fernando VII y lo mucho que padecía y así mismo al Arzobispo Sr. Orbe.

     392.    Murió en Madrid un sacerdote llamado D. Ramón Lliso, a quien en Toledo había conocido y tratado mucho la Madre María Cándida. En Mayo de 1858, escribió ésta a D. Manuel Raposo preguntando si había muerto dicho sacerdote, porque le parecía haber visto su cara en el purgatorio, y D. Manuel contestó que había muerto el 19 de Febrero. Volvió a escribirle más adelante diciendo que ya le veía más claro y que pronto saldría del purgatorio, hasta que por fin, el día de la Natividad de Nuestra Señora, subió con otros muchos a gozar de Dios en el cielo.

     393.    En Noviembre de 1859 el día de San Diego después de comulgar vió cómo voló al cielo, con otras muchas almas, la de D. Francisco de Sales Ortiz y Ganchequi, que murió en Ávila y estuvo en el purgatorio de siete a ocho años. Éste era hijo de una señora su bienhechora a la cual la Madre apreciaba mucho.

     394.    Murió el año 1857 el P. José Eduardo Rodríguez de Carasa y por la noche del día en que murió se acercó a la Madre María  Cándida, mientras ella oraba, dando ayes muy lastimeros y pidiendo  sufragios. Había dado a un sacerdote en Alcalá por los años 1841 a 1843 un consejo poco prudente y cargó sobre él la responsabilidad de la acción ejecutada a causa del consejo y el reato consiguiente de la pena: por eso estuvo en el purgatorio hasta el 18 de Diciembre de 1859 en el que la Madre le vió volar al cielo. Averiguada después en cierta ocasión la fecha de la muerte de dicho Padre, resultó que había muerto el 30 de Julio de 1857 y entonces la Madre María Cándida dijo: "-No me he engañado:  dos años, cuatro meses y diez y nueve días estuvo en el purgatorio." Se quedaron atónitos los que lo oyeron, entre ellos D. Manuel Raposo, al ver lo que pasó a un hombre tan santo y tan perfecto, que tanto había padecido y trabajado por la salvación de las almas y de quien creían que de la cama se había ido derecho al cielo. Se había aparecido también dicho Padre a raíz de su muerte a otras personas buenas pidiendo igualmente sufragios.

     395.    En tiempo de la revolución francesa, cuando se estableció la república bajo la presidencia de Luis Napoleón, fué herido por causa de las barricadas el Arzobispo de París. A consecuencia de las heridas murió y luego vino a pedir sufragios a la Madre María Cándida para salir del purgatorio.

     396.    La Marquesa de Murillo, que conoció y trató mucho a la Madre María Cándida en Alcalá, se presentó  a ésta después de la muerte y le dijo que habiendo dejado todo para misas y sufragios por su alma de nada la servía, y que escribiese a su capellán que hicieran lo que le había encargado poco antes de morir, porque con aquello tendría alivio. Escribió la Madre al capellán  y desde entonces rezaba ella todos los días un De profundis por dicha Marquesa: el capellán contestó a la Madre que era verdad lo que le decía, pero que por no estar escrito nada podía hacerse. Poco después dejó la Madre de rezar el De profundis, y volvió a aparecérsele la Marquesa, quejándose y diciendo: "-¡Ay, ay!, que el único consuelo que tenía y tú me dabas también me privas de él; pues no tengo alivio con otra cosa, de todo lo que hacen por mí, más que con eso." A otro marqués le sucedió lo mismo.

     397.    El P. Hilario Céspedes. jesuíta, hombre de mucho saber y virtud y de mucho acierto en los consejos que daba en las consultas que le hacían, murió el 24 de Agosto de 1858, y muy luego le vió en el purgatorio la Madre María Cándida, quien escribió a D. Manuel Raposo avisándole para que rogase a Dios por él. Después el segundo día de Pascua de Resurrección le vió la Madre subir al cielo.

     398.    El año 1858 vió la Madre María Cándida al P. Angel, capuchino, que había estado en Alcalá y dijo a D. Manuel Raposo que le encomendase a Dios, que el debía conocerle y le daba las señas de él, añadiendo que había muerto en misiones entre infieles trabajando mucho por la conversión y salvación de las almas. Al poco tiempo volvió a decirle la Madre al mismo D. Manuel: "¡Ay, hermano, qué gloria tan grande tiene el P. Angel! ¡bien se conoce los méritos que tenía  por haber trabajado tanto por el bien de las almas!"

     399.    La Madre Felicitas, religiosa del convento de las Salesas Reales de Madrid y hermana de la Madre Carlota, Superiora de dicho convento, murió santamente el día de Santo Tomás de Villanueva, 18 de Septiembre de 1858, y se apareció a la Madre María Cándida pidiéndola sufragios. Ésta, con sus hijas, la hizo un novenario de vigilias, aplicándola además las comuniones, mortificaciones y cuanto fuese en ellas agradable al Señor hasta que la difunta saliese del purgatorio y el día de San Miguel Arcángel la Madre María Cándida la vió volar al cielo. Durante la enfermedad de esta Madre Felicitas, su hermana la Madre Carlota había pedido a la Madre María Cándida que hiciese una novena por la enferma a San Nicolás de Tolentino, pero el santo Niño Jesús del Consuelo dijo a la Madre María Cándida: "-Mira, yo me la voy a llevar; la quiero toda para mí." En carta de 6 de Octubre de 1858 a la Madre Carlota, carta que debía  ser rota después de leída, pero que afortunadamente se ha conservado, hablando de esta difunta escribe la Madre María Cándida: "Esta dichosa criatura excede en gloria a muchas otras almas religiosas; tenía más virtudes que las que manifestaba, y Nuestro Señor la amaba tanto, que ha querido premiarla sus deseos. Usted, amada mía, debe darle muchas gracias, porque la ha dado una hermana  con una alma tan cándida, que ha conservado su inocencia con el mayor candor: sus ojos eran de paloma, jamás pensaba mal, todo lo veía bien, en una palabra, era un conjunto de virtudes que nos deben llenar de gozo y alabar a nuestro Dios y Señor, que cría estas almas para tener sus delicias con ellas. Bendito sea. Amén."   

     400.    Varias personas, además de las que vió salir del purgatorio, vió en el cielo la Madre María Cándida. Allí vió a D. José Ramirez y Coté, Rector de la iglesia de italianos, de Madrid, muy celoso del culto del Santísimo Sacramento y de la salvación de las almas y muy limosnero, conocido de todos por estas cualidades, y vió que tenía mucha gloria por todo esto.

     401.    En el cielo vió asimismo la Madre María Cándida a D. José Manzaneda, hombre apostólico, que murió consumido por el celo de la gloria de Dios y salvación de las almas el 19 de Enero de 1856 en las habitaciones de la iglesia de San Ignacio de Madrid a la edad de unos cuarenta y cinco años. Siendo rico de familia, lo dejó todo para emplearse en procurar el bien de las almas y fundó en Cataluña dos conventos de religiosas de la Providencia en compañía de una señora llamada la Madre Teresa que murió con fama de santidad. La Madre María Cándida vió que tenía mucha gloria por sus trabajos apostólicos y por haber padecido mucho en ellos, siendo perseguido aun de los que hubieran debido ayudarle. Antes le había visto la Madre pasar por el purgatorio.

     402.    También vió en la gloria la Madre María Cándida, después de verla, por poco tiempo, en el purgatorio, a doña Ana Alvarez que murió de cerca de ochenta años habiendo vivido célibe o soltera. Fué muy limosnera y llevó con mucha paciencia los trabajos que Dios la envió en los últimos años de su vida por la escasez de todo y tener que vivir de limosna, sujeta, además, a la voluntad ajena, pues por haber perdido también la vista, no se podía valer sola.

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