En este día, el Stmo. Niño Jesús, mostraba un semblante de especial y celestial belleza; se diría que gozaba fuera de su clausura, que le sentaba bien el aire fresco de aquel 30 de mayo, en el que una abundante lluvia, caída en los días anteriores, había dejado la atmósfera libre de toda impureza, lavado las calles, las hojas de los árboles lucían todo su verdor, y los rayos de la luz del sol, porfiaban por acariciar la carita de la Bendita Imagen, al tiempo que una suave brisa, removía delicadamente su dorada cabellera.
¡¡Stmo. Niño Jesús del Consuelo, tus paisanos desean verte de nuevo por sus calles, que con tu manecilla en alto, derrames tus bendiciones sobre cada uno de ellos. Quieren postrarse ante ti, y a tus plantas, rendirte gozosos sus honores. Quieren verte pasar de nuevo, por delante de sus hogares, que tomes posesión de sus vidas, que reines en sus corazones!!
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