De los apuntes de la vida y virtudes, dones sobrenaturales y fama de santidad de la Sierva de Dios, Sor María Cándida de San Agustín. Fundadora del Convento de Agustinas de Valdepeñas. Por el P. Eustasio esteban, postulador de las causas de Beatificación y Canonización de los Siervos de Dios, de la Orden de Ermitaños de San Agustín. Madrid, año 1918.
LA MADRE MARÍA CÁNDIDA
Y
LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO
Noviembre es el mes en el que la Iglesia dedica más expresamente su oración y su recuerdo a rezar por los fieles difuntos pidiendo a Dios su misericordia sobre nuestros seres queridos que ya partieron de este mundo. Rezar por los fieles difuntos es una obra de misericordia, es un acto de caridad, es querer el bien para sus almas, que se encuentren definitivamente con Dios y con quien pronto nos encontraremos nosotros también.
El Señor mismo les aseguró a sus Apóstoles en su última cena, que pronto se volverían a encontrar.
"También vosotros ahora estáis tristes, pero yo os volveré a ver, y tendréis una alegría que nadie os podrá quitar". (Jn, 16, 22)
Madre Cándida, siendo aún muy niña, empezó a dar las primeras manifestaciones de una serie de carismas "gratis dados" a través de los cuales ejercerá, en buena medida, su caridad.
Cuando Cándida tenía cuatro o cinco años, falleció uno de sus abuelos y, varias veces, le fue a su madre diciendo que se le aparecía el abuelo. Telesfora, que ya empezaba a acostumbrarse a las sorpresas que de vez en cuando le daba su hija, le dijo que si ocurría otra vez le preguntara qué deseaba. Así lo hizo y recibió por respuesta:
"Hija mía, tienes parte con las benditas almas del purgatorio".
Fue la revelación de una de las tareas más continuas de Cándida, tanto de joven como de religiosa. Rezará por las almas del purgatorio, por ellas hará sacrificios, por ellas se verá visitada para pedirle su intercesión en casos muy concretos, por ellas adquirió mucho conocimiento de los caminos de la misericordia de Dios y de sus juicios.
El primer caso ocurrió siendo aún muy joven. Estaba en su oración cuando sintió que le cogían una pierna. Aunque el susto que recibió fue muy fuerte, tuvo conocimiento de que era un alma del purgatorio y la preguntó:
- "Tú, ¿quién eres?
- Soy "fulano", que vengo a pedirte me apliques misas
y sufragios por mi. Porque estoy en el purgatorio y
sufro mucho .
- ¿Cómo te has salvado con todo lo que decías?"
Era hombre conocido por Cándida y su caso fue muy comentado en el pueblo. Tenía una hermana buena y piadosa que siempre procuró atenderle y rezaba con insistencia por su conversión. No dio en ningún momento muestras de la misma, porque si bien, por insistencia de la hermana, recibió los últimos sacramentos, en toda su enfermedad, tanto antes como después de los sacramentos, hablaba disparates y blasfemias sin cuento. A la pregunta de Cándida sobre su salvación, le respondió:
"Por mi hermana, que no hacía más que llorar y
rezar por mi a la Virgen. Cuando me vio en la
agonía empezó con todas sus fuerzas a clamar:
"¡María, Madre de gracia, Madre de misericordia,
líbrale del enemigo, ahora y en la hora de la muerte!
¡Ampárale! Al decir Madre de Misericordia, la Virgen me
alcanzó una luz especial por la que entendí la gravedad de
mis pecados y sentí un dolor muy vivo por ellos. Eso me
salvó. Pero sufro y necesito ayuda".
Era extremada su caridad para con las almas del purgatorio, orando y pidiendo mucho por aliviarlas, y el Señor, también por medios muy extraordinarios, le ponía en condiciones de practicarla, permitiendo que las viese muchas veces padeciendo y se le presentasen pidiendo sufragios. Estando un día la Madre María Cándida hablando con don Justo, hermano de don Manuel Raposo, se paró, y después de un momento de suspensión, dijo:
-¡Bendito sea Dios! Que ni de día ni de noche me dejan un instante.
Y luego añadió:
Mire usted, me molestan y me dan más que hacer y padecer las ánimas del purgatorio que tanta gente como viene de los pueblos con clamores para que los socorra; porque no me dejan ni de día ni de noche descansar, y me causan mucho tormento y aumento de todos mis padecimientos, y no puedo por menos de hacer y padecer cuanto puedo por ellas.
Muchas veces ofrecía ella satisfacer al Señor por las almas para que fueran a gozar de Dios, y el Señor aceptaba esos ofrecimientos y después exigía de ella padecimientos y satisfacciones; de modo que estaba siempre hecha un dolor y una llaga toda ella.
Son innumerables los casos de las almas que se le presentaban pidiéndole socorro. El alma del padre de Sor Dolores de Jesús Rodríguez (don Andrés Rodríguez de Lamo) visitaba a menudo a la Madre María Cándida y le decía:
Tengo un derecho a que me saques pronto del Purgatorio, porque fui el que hice más fuerza para que entraras Religiosa.
Tuvo la Madre María Cándida muchas visiones relativas a las almas del purgatorio. En la fiesta de San Diego y su octava y principalmente en la Asunción e la Santísima Virgen, eran muchas las almas que, a consecuencia de sus oraciones y penitencias, veía subir al cielo. En los últimos años de su vida en este día de la Asunción de la Virgen, no quería que la hablasen de nada; le quería ocupar todo en el cielo y en sacar almas del purgatorio y llevarlas a que celebrasen la fiesta de su gran Reina. Después decía que eran miles, que no tenía número las almas que en ese día habían entrado en el cielo.
Don Francisco de las Herrerías, en una contestación a una carta de la Madre Cándida le escribe desde Madrid el 6 de febrero de 1855:
"Veo con la mayor satisfacción la laudable ocupación de usted en remediar necesidades de espíritu, que son las más agradables a Dios, y es consiguiente que sufra mucho del enemigo común al extraerle presas que tenía entre sus garras como la que me refiere. Doy a usted la enhorabuena, pues con tales obras atesora merecimientos para la otra vida".
Sor Dolores escribirá sobre esta misión: "En la devoción a las ánimas era extremada la que tenía. Miles de veces la llevaron al purgatorio y salvaba cuantas podía, tomando sobre sí lo que a ellas les faltaba de padecer".
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Oración
¡Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!
que de tantas maneras has manifestado tu Omnipotencia
y Misericordia en favor de los hombres: escucha mis ruegos
en la necesidad que ahora siento y por los méritos e intercesión
de la V.M. Cándida de San Agustín, concededme la gracia que
pido si ha de ser para tu mayor gloria y bien de mi alma. Amén
(Hágase la petición y récense tres Gloria Patri)
Pueden dirigirse a:
MONASTERIO DE SAN DIEGO
MM. AGUSTINAS,
MM. AGUSTINAS,
Plaza del Convento, 1
13300 Valdepeñas
(Ciudad Real)
13300 Valdepeñas
(Ciudad Real)
ESPAÑA
Tel. 926 32 21 05
Tel. 926 32 21 05
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