"CONSUMMATUM EST"
En el mes de diciembre de 1860 los dolores iban en aumento. "Cada día me encuentro con más dolores -escribe el día 1 a Juana Vizcaíno-: bendito sea el que me los da". Y el 3:
"Es tanta la desgana, que se conoce es debilidad, me dan desmayos; solo unos granos de granada y pan es mi alimento. Tus hermanas me traen un son que aumenta mi padecimiento: ´que lo hago por mortificarme´; me acusan a don Cesáreo; este me riñe, echándome que no soy mía, que soy de mis hijas, por lo que debo esforzarme. De modo, hija mía, que me atormentan. ¡Viva Jesús! Éste lo endulza todo". Y añade: "Me duele mucho el vientre; dicen son dolores nerviosos; me hacen sudar. Bendigamos a Nuestro Señor por todo" .
Aumentan sus dolores, pero no por eso se rinde a la pesadumbre, como nos demuestra la carta que el mismo día 1 de diciembre escribe a Juana Vizcaíno, la cual estaba pasando una mala racha, y la Madre la escribe dándole ánimos.
"Mucho siento, pichona, tus padecimientos, que proceden de la tristeza que padeces, causada de los nervios, y el tiempo tan húmedo es muy malo para este padecimiento, Debes desecharla, hija mía, haciéndote superior. Amada mía, es cosa mala la tristeza, quita el gusto para todo. Así dicen los del rabo cazan almas. Yo les digo: ´No serán amigas de la virtud a las que engañéis; ¡andad embusteros!´.
Aunque ella se muestra animosa, sabemos que no por ello se hace vanas ilusiones. Escribe sor Dolores que dos meses antes de su muerte tuvo noticia de ello. Con mucha anterioridad ya le había dicho: "Conviene que cuando yo muera quedes tú que así lo quiere el Señor" y a don Cesáreo también le comentó: "Dios quería que la fundación de Valdepeñas estuviera terminada, pero los hombres no habían querido; ella, no obstante, había cumplido con hacer lo que estaba de su parte y se acercaba su tiempo; y añadió:
"Pronto se acabarán mis trabajos y podré decir:
Consummatum est" .
Los dolores arreciaban, la Cuaresma fue un continuo sufrimiento, en un momento se le escuchó pedir: "Señor, dadme dos horas siquiera de descanso, si es de vuestro agrado y si no contenta estoy".
El 24 de febrero, al ver a los suyos muy confiados en relación a su muerte, que ellos no esperaban y ella sabía era inminente, volvió a decir a don Cesáreo algo que hacía 18 años le había comunicado: "que su muerte sería en Semana Santa". Después de estos acontecimientos caerán en la cuenta de cómo, en otras ocasiones que había estado en peligro de muerte, ella siempre animaba a todas, asegurando, contra el parecer de los médicos, que viviría; sin embargo, en esta ocasión no hubo nada de esto.
El Miércoles Santo comulgó en la cama. Sor Dolores, por la confianza con que se trataban le preguntó, después de mirarla un rato recogida con su Dios:
- Dime, Madre, ¿Qué te ha dicho el Señor?
- ¿Qué quieres que me haya dicho?
Ante su machacona insistencia le dijo:
- "Me ha dicho: ´Consummatum est´"
No entendió sor Dolores y le preguntó de nuevo. La respuesta no pudo ser más clara:
" ¿Qué quieres que sea? ¡Que me muero!"
El Viernes Santo su estado físico, se agravó de forma considerable; comenta don Manuel Raposo:
"Padeció toda la pasión, y por eso estaba toda descuartizada, y las espaldas hechas una llaga".
El Sábado Santo, a las 8 de la mañana, le administra el viático el visitador de religiosas don Domingo Guijón, "en cuya mano -continua Raposo- hizo el desapropio y cogiendo a sor Dolores de Jesús dijo:
"En esta queda toda mi confianza y todas mis veces para la fundación, que la lleve adelante hasta conseguirla, como si fuera yo misma".
Su estado se siguió agravando, no podía apenas articular palabra. Sus hijas la rodeaban, le llenaban de cuidados, le preguntaban si esto era que las dejaba, ella solo respondía con las palabras de Jesús en la cruz: "Consummatum est". A las 9,30 don Cesáreo le administró la Unción de enfermos; con gran esfuerzo y aludiendo a sor Dolores le dijo a don Cesáreo: "Ahí le encomiendo esta alma". Él estaba visiblemente emocionado, mientras que sor Dolores, así misma se sorprendía por verse tan serena en semejante momento; ella lo atribuyó a un favor alcanzado por la Madre como gracia especial. Todas sus hijas la rodeaban cuando dijo sus últimas palabras: "¡Surrexit Dominus vere, alleluia!"
Cuadro que representa a la M. Cádida en su lecho de muerte.
Detalla don Manuel Raposo: "Poco después de las diez, al tocar a la Aleluya, casi sin agonía, espiró, entregando su alma en manos de su Creador, de las cuales la había recibido para tanta gloria de Dios, bien de su alma y mucho provecho de los prójimos".
Era el 30 de marzo de 1861. El visitador de religiosas ordenó que su cuerpo fuera colocado en una caja de plomo con cristal, dentro de otra de madera, porque en estos momentos ya todos empezaban a afirmar que estaba muriendo una santa. La noticia corrió como la pólvora por todo Toledo y gentes de toda clase, acudieron en grandes grupos al convento agustino de "Las Gaitanas" para venerar sus restos.
Edicto promulgado para dar comienzo al proceso de beatificación de la M. Cándida.
Medallón relicario realizado por el leonés Alejandro Grande Martínez. Taller de Son de Los Valles, Benavente (Zamora) 2023
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