APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 14

domingo, 16 de junio de 2013
     272.    En favor de su sobrino Rafael escribía así en 15 de Septiembre de 1860 a doña Juana Vizcaíno: "Te estimaría muchísimo, si en hacerlo no tenías ningún inconveniente, me hicieras el favor de suplicar a S..., en mi nombre, si podría colocar a mi sobrino en el ferrocarril o en otra cosa honrosa; me lo pide el pobre mucho."  Y en 17 de Octubre del mismo año:  "Me tienes dicho que si la Compañía de Manuel se queda con lo de la Mancha, podría tal vez acomodarlo. El pobre me clama por Dios que haga cuanto pueda, que en verdad no puedo nada, y,  sin embargo que mi corazón sufre y se me parte de dolor, siento incomodar. Así, haz lo que puedas, si te es posible, por este pobre padre con tres hijos y su mujer, y perdona a tu Madre que te molesta tanto."

     273.    Para la niña Dolores, que ayudada de sus religiosas instruía y educaba la Madre Cándida en el convento, y para el citado sobrino Rafael, padre de la misma niña, que era pobre, también pedía de nuevo caritativamente socorro y ayuda. El 15 de Noviembre de 1860 decía en carta a doña Juana Vizcaíno: "Me alegraré mandes a Dolores el traje que la ofreces de abrigo"; y el 13 de Diciembre: "La Dolores se va aplicando mucho; ya ha concluído la cartilla, está haciendo un dechado muy bonito, tiene mucho talento. Su pobre padre me quiebra el corazón; no pierdas, Juana mía, la ocasión que conozcas puedas colocarse; Dios te lo pagará."

     274.    La verdadera caridad como se complace de los bienes ajenos, principalmente espirituales, otro tanto se conduele de los males, y más si son eternos. Movida de esta caridad se alegraba inmensamente la Madre María Cándida de la conversión de las almas, pero más aún cuando sabía que entraban en posesión de la gloria. Así, por ejemplo, sabedora por revelación divina de la gloria de que gozaba el esposo de doña Juana Vizcaíno, íntima amiga suya,  escribió  ésta el 26 de Marzo de 1858 una ternísima carta llena de celestial alegría, invitándola a dar muchísimas gracias al Señor por tan grande beneficio. Dos días después la excita en otra carta a la alegría y a la correspondencia por el mismo beneficio, comunicándola a la vez con igual satisfacción, que del mismo bien de la gloria gozaban ya sus padres y otros parientes que en la misma carta especifica.

     275.    Se hallaba doña Juana Vizcaíno en los últimos meses del año 1860 escasa de recursos, y sentía no poder por esta causa ayudar temporalmente a la Madre María Cándida tanto como hubiera deseado. Haciéndose participante de este sentimiento la Madre Cándida, en 18 de Noviembre la escribía: "Se me olvidaba decirte te mando como madre no vendas el pañuelo por hacer el vestido a Dolores; esto te lo pido por Dios, y si lo haces me darás un gran sentimiento, lo que no creo de una hija que tanto me ama." Y el 20 de Diciembre la decía: "Por mí, amada mía, no pases pena: nada necesito, gracias a Dios, y sólo siento estés tú falta de dinero. Conmigo tienes cumplido, y me constan los deseos que hacia mí te animan: así está tranquila. No quiero, hermosa mía, que pases penas por mí; que algunas veces me atormenta no tienes para el pan y estás haciendo sacrificios. Soy tu madre que sabes lo mucho que te quiero y debías tener confianza para decirme: no puedo, madre mía. Y acaso tus padecimientos procedan de no tener para mandarlo. Juana mía, dime, ¿no tienes confianza con una madre que te ama con delirio? Dejo a tu consideración cuánta será mi pena viéndote tan apurada."

     276.    Se presentó un día a la Madre María Cándida el diablo muy ufano, diciéndola que se iba a llevar a Fulano, persona conocida de la Madre y cuyo bien espiritual ella había procurado, aunque él no la había hecho caso. Siendo como es padre de mentira, no creyó la Madre al diablo, pero a las cuatro horas, sentándose aquel individuo a comer se quedó muerto y vió la Madre que verdaderamente se lo llevaba el diablo, quedando ella llena de grandísima pena que la partía el corazón en vista de tan grande desgracia.

     277.    Igual o mayor pena experimentó la Madre María Cándida por la condenación eterna de un sacerdote. La había manifestado el Señor el mal estado de aquella alma para que le avisase y se corrigiese. Le avisó la Madre, en efecto, algunas veces, pero no se corrigió ni enmendó, y un día, estando descuidada de esto, vió que el diablo se llevaba aquel sacerdote y la decía: "-Este ya es nuestro; mira, mira." Preguntando después por dicho sacerdote la dijeron que había muerto, y averiguando el tiempo resultó que la muerte había ocurrido el día y hora en que la Madre había visto que se lo llevaba el diablo; noticia que aumentó más y más la pena de la Madre.
     Análogos a éstos pudieran referirse varios otros casos.

     278.    Tanto antes como después de ser religiosa, cautivaba la Sierva de Dios Madre María Cándida con su sencillez e inocencia y excepcionales virtudes los ánimos de los que la trataban; pero no faltaron en el siglo, aun entre sus mismos parientes, y en religión, entre sus propias hermanas, personas que murmurasen de ella y la maltratasen, y que por envidia la persiguiesen y la dijesen grandes insultos, que ella soportó con grande tranquilidad de ánimo y compasión de los que la ofendían. Con la misma tranquilidad de ánimo soportó con motivo de la fundación de Valdepeñas los desaires de ciertas personas eclesiásticas y civiles, cuando ni siquiera se dignaban contestar a las cartas que les dirigía solicitando ayuda y que se tramitase con diligencia el expediente: tal cosa la sucedió, por ejemplo, con el Secretario del Arzobispo de Toledo, y con un Sr. Gutiérrez  de los Ríos, de quien en parte, dependía la pronta terminación de dicho expediente y rehusaba mover ese asunto.

     279.    Dotada por Dios en alto grado del don de consejo, servíase la Madre María Cándida de esta gracia en utilidad de sus prójimos sin distinción de personas, oyendo caritativamente, tanto en Alcalá como en Toledo, a cuantos acudían a ella, que eran muchísimos, en demanda de consuelo y de luz en los asuntos del alma. Lo mismo hacía por medio de sus cartas, como aparece de las que aún se conservan dirigidas a distintos individuos, no desdeñándose de ayudar con sus consejos aun a las personas más humildes.

     280.    A un criado, llamado Julián, que servía en Valdepeñas a D. Cesáreo Humarán cuando éste fué a dirigir las obras de la fundación del convento de Agustinas, escribía así la Madre María Cándida en 13 de Julio de 1855: "Viva Jesús.- Mi estimado Julián: Con mucho gusto he leído tu carta. Cuando yo esté en ese mi convento te manifestaré mi agradecimiento, si cuidas bien y con todo esmero a mi buen Padre D. Cesáreo. Procura tú agradar a Dios; huye las malas compañías; toma a la Virgen santísima por maestra y te enseñará a ser casto, virtud que roba el corazón de nuestro Padre Dios.  Yo pediré por ti en mis oraciones. Ten mucha devoción con el santo Ángel de tu guarda; persignate al acostarte y cuando te levantes por la mañana; no salgas un punto de lo que te mande mi Padre, que en todo conoce tu bien mejor que tú; reza una estación al Santísimo por mi intención, y un Credo a Nuestro Padre Jesús Nazareno y un Padrenuestro al Beato Miguel de los Santos. Mis hijas te dan expresiones; te encargan cuides de mi Padre; te están haciendo una cartera. Tu paisana te bendice.- Sor María Cándida de San Agustín."


                            
 

                    Carta autógrafa que se conserva el el convento de Agustinas de San Diego en Valdepeñas.



   281.     Doña Josefa, viuda de un señor Villar, tenía una criada, la cual por medio de doña Juana Vizcaíno consultaba varias cosas a la Madre María Cándida. El 29 de Septiembre de 1860 escribía ésta a doña Juana: "Di a la criada que se consuele mucho, porque su padre hace más de un año goza de Dios; que procure ella ser buena para que algún día le acompañe." Y el 3 de Octubre: " Vamos a la pregunta de la criada sobre si la convendrá casarse con el hombre que la quiere. Dila que sí, que le diga que sí; pero que lo verifiquen cuanto antes: las bodas largas son causa de grandes males. Encárgala sea mujer de bien y se produzca con honor, mirando que Dios Nuestro Señor está presente y todo lo ve; y siendo buena, Dios la bendecirá y protegerá."

     282.    Tan intenso era el fuego de caridad que inflamaba el alma de la Madre María Cándida de San Agustín para con sus prójimos vivos y difuntos, que hubiera querido remediar todas sus necesidades, y para aliviarlas, no vacilaba en imponerse toda clase de sacrificios.


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       Desde este blog se ruega a todas aquellas personas que encomendándose a la  poderosa intercesión de la Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín, obtengan alguna gracia o favor, lo comuniquen a:

                                            Monasterio de San Diego de Alcalá
                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
                                                            Tf: 926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

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