DOSCIENTOS TRECE ANIVERSARIO

miércoles, 15 de febrero de 2017


           DOSCIENTOS      TRECE                       ANIVERSARIO       


      Después de más de un año de interrupción de esta humilde publicación, creo que ha llegado el momento en el que, como un sencillo pero muy sentido homenaje a esta gran mujer, lo retomemos, y ¿qué mejor fecha para ello, en la que recordamos el doscientos trece aniversario de su nacimiento? 
       
           En la calle Córdova, nº 6,  de la muy Heroica Ciudad de Valdepeñas, vería la luz, un 15 de febrero del 1804, una niña que llenaría de gozo a sus padres Juan Félix de Córdova Abarca y Telesfora Pozuelo García y, dos días después, la Iglesia, al derramar las aguas bautismales y  acogerla entre sus hijos, la impondrían los nombres de Cándida Gregoria Faustina María de los Dolores.

              De los primeros años de Cándida, quedan constancia de hechos en los que vemos despertar ese sentido espiritual y esa presencia de lo sobrenatural en la que se desarrolló toda su vida.
        
             Muy niña, de unos dos años, ya se la descubre bajando de su camita para ponerse a orar. Cuando sus padres la llevan a su cama, para impedir lo que veían como posible peligro de una caída, descubren con asombro, que la pequeña espera a que ellos duerman para realizar la misma operación.

        Con tres años descubren que ya hace ciertos actos de penitencia. Y a los cinco, sale victoriosa de una hazaña impropia de su edad: acompañada de una sirvienta va a la iglesia y, en el momento de la comunión, se pone junto al altar, como los demás fieles que se aproximan a recibir la eucaristía. ¡Permisión de Dios!, el sacerdote no se da cuenta que la supuesta jovencita arrodillada que tiene delante, no es sino una niña puesta de pie, y bien de pie, para que no se note su menuda estatura. A partir de ese día Cándida ya puede comulgar todos los días, y el Señor sigue trabajando y regalando su pequeña alma, ahora con la fuerza del Sacramento.


      A muy temprana edad empezó a dormir en el suelo y a llevar cilicios que le cubrían el cuerpo. Y, cuando las criadas, al descubrir su ropa manchada de sangre, la preguntaban la causa, solía responder con gracia: "serán las chinches".

        También rehusaba los vestidos elegantes que su madre deseaba lucir con su hija. Aquí se dio un caso que recordarán después como excepcional. Un día, cansados de consentir a su "obstinación" de rehusar los mejores vestidos, a placer la pusieron todo lo más elegante que pudieron; apenas salieron de casa, un perro se le tiró encima. Cuando consiguieron echarlo fuera había destrozado el precioso vestido sin que la niña sufriera daño alguno. A Telesfora todo esto y muchos otros detalles la iban confirmando en que su pequeña estaba dotada de una gracia singular y que Dios estaba con ella.


                   Vidriera de  Madre Cándida en la capilla del Monasterio de San Diego, en Valdepeñas.

                                             
            AFECTOS DE UN ALMA AMANTE DE DIOS   

                                              I 
                            La cruz es mi delicia y tesoro.
                            La cruz es mi riqueza especial.
                            Es la cruz más preciosa que el oro.
                            Es más dulce la cuz que el panal.

                                             II
 Yo he cifrado en la cruz mi ventura.
Yo mi dicha en la cuz he cifrado.
¡Ay! La cruz es librea de mi Amado
y es también mi divisa la cruz.
Sin cruz fuera molesta mi vida.
Sin cruz todo me fuera penoso.
Sí, yo encuentro en la cruz mi reposo.
Yo en cruz hallo mi bien y salud.

                                            III

Cruz y cruz y más cruz he pedido
al que en cruz me libró del infierno,
y en la cruz expiró siendo eterno.
Yo por él en la cruz viviré.
Cruz te pido, le dije, bien mío,
cruz es cuanto yo creo necesario,
ven me dijo, por cruz al Calvario,
y por cruz al Calvario me iré.

                                       IV

Senda llena de cruz y de penas
donde cruz yo mil veces diviso
cruz encuentro do quiera que piso
y sin cruz no dan paso mis pies.
¡Oh! Camino de cruz y trabajos,
por ti voy en la cruz apoyada,
por la cruz seguiré mi jornada
caminando de cruz al través.

                                        V

Por la cruz iré al monte de mirto,
allí cruz y mil cruces me esperan.
¡Ah! Sin cruz sus mansiones me fueran
amarguras, deleite son cruz.
Allí pobre y en cruz afligida,
gozaré de esta cruz deseada,
allí siempre con cruz abrazada,
y en cruz fija estaré con Jesús.

                                      VI

Allí en cruz de tres clavos asida,
hija en cruz con tres votos sagrados
y mis pies en la cruz enclavados,
y en cruz fijas mis manos también.
Toda en cruz quedaré de Dios toda,
casta, pobre y en cruz obediente.
En la cruz de tus votos pendiente.
En la cruz hallaré todo el bien.

                                       VII

En la cruz no tendré querer propio.
En la cruz no tendré propio juicio.
En la cruz será ajeno mi oficio.
En la cruz nada propio tendré.
Negación en la cruz es mi empleo.
Obediencia en la cruz mi delirio.
En la cruz no hallaré otro camino
que un camino de cruz y de fe.


                            La cruz es mi delicia y tesoro.
                            La cruz es mi riqueza especial.
                            Es la cruz más preciosa que el oro.

                            Es más dulce la cuz que el panal.

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