APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 2 - 9

domingo, 10 de febrero de 2013
     155.    Los dolores iban en aumento en el mes de Diciembre de 1860. "Cada día me encuentro con más dolores -escribía el día 1 a dicha doña  Juana Vizcaíno-: bendito sea el que me los da". "Es tanta la desgana -decía el día 3-, que, se conoce es debilidad, me dan desmayos; sólo unos granos de granada y pan es mi alimento. Tus hermanas me traen un son que aumenta mi padecimiento, que lo hago por mortificarme; me acusan a D. Cesáreo; éste me riñe, echándome no soy mía, que soy de mis hijas, por lo que debo esforzarme. De modo, hija mía, que me atormentan.  ¡Viva Jesús!  Éste lo endulza todo."  "Los  dolores  que  tengo   -decía el 10-, son muy grandes. Alabemos al que me los da: me sostiene, si no, era imposible pudiera vivir. ¡Qué noches paso! Sólo recordarlo, me pongo mala." "Me duele mucho el vientre -escribía el 13-; dicen son dolores nerviosos; me hacen sudar. Bendigamos a Nuestro Señor por todo." "Tengo mucho frío -decía el 18-, sin embargo que tenemos brasero. Los dolores son muy agudos y me parece tengo más debilidad en las ingles, desde que me di las unturas de un bálsamo que ya te dije me mandó un médico afamado... Bendigamos al que me los da." Y el 31 la escribía así: "Ayer mismo te hubiera contestado si el estado de mis padecimientos me lo hubiera permitido: estuve en un grito, no solo por lo acerbo de los dolores, sino por un calor que me abrasaba, que parece fuego infernal; de modo, amada mía, que tus pobres hermanas estaban llenas de amargura, hacían cuanto les parecía podía darme algún alivio. El que me lo da sabe por qué; démosle gracias, alabándole por todo. No es lo que menos me atormenta un dolor que tengo en el oído derecho; me hace materia. Mis pascuas son como jamás las he pasado, alabando a Dios que me las ha regalado con tormentos, sintiendo sólo ver a tus hermanas padecer por verme a mí."


Crucifijo de mesa, perteneciente a Madre Cándida

     156.    Por fin, el 4 de Enero de 1861, escribía a la misma doña Juana en estos términos: "Tengo la mejilla derecha , la quijada y la media cabeza hinchada: sin duda el dolor me llama humor. Jamás he tenido dolores en el trasero, ahora me le van causándome latidos, como cuando se hacen materias; me  coge el empeine y todo, de modo, hija, que tú puedes conocer cómo estaré, teniendo que estar sentada. Desde que me di la untura con el bálsamo que me recetó un médico de mucha fama, tengo esos padecimientos; no quiero hacer nada más; sea lo que Dios quiera. Si tú has tenido las pascuas tristes, las mías han sido llenas de amargura de todos modos; hasta don  Cesáreo las ha pasado en cama, que es donde mi alma se desahoga;  como estas pascuas no recuerdo haberlas tenido nunca. Es verdad que mi Esposo divino ha estado muy fino y amante. Alabémosle; es dignísimo de ser amado. ¡Ojala que las criaturas todas lo gustaran!" Y el 29 de Enero la decía que un continuo milagro la estaba sosteniendo la vida.

     157.    A estos padecimientos se añadían otros que causaban a la Madre María Cándida varias personas con quienes trataba. De su propia familia hubo alguna que contribuyó a mortificarla. Tal sucedió, por ejemplo, con la única tía que tenía, llamada Juana, hermana de su madre, como consta de la carta a doña Juana Vizcaíno de 28 de Noviembre de 1860, en que la da noticia de su muerte y pide oraciones por ella. "Me ha perseguido mucho la pobrecita. Sin duda la tomó el del rabo (el demonio) para que me atormentara. Era buena cristiana."

     158.    Las mismas religiosas del convento de Toledo, pasados los primeros años, ya no la miraban con el aprecio de antes y se alegraban, juntamente con otras personas de fuera, de las dificultades que surgían para su traslación a Valdepeñas. Alguna religiosa, dominada de la envidia, hubo de decirla, en circunstancia bien solemne, insultos atroces cuales la Madre no los había oído en su vida. La misma Superiora, mal aconsejada de un sacerdote, retuvo por dos veces y después se negó a entregar a la Madre ciertas limosnas que para ella y para su  compañera Sor Dolores había cobrado, y por una misa cantada en la fiesta que hicieron al Santísimo Niño Jesús del Consuelo en Enero de 1861, llegó a exigirles la suma de doscientos reales.

     159.    Procedía el pleito de competencia de jurisdicción eclesiástica sobre Valdepeñas entre las Ordenes Militares y el señor Arzobispo de Toledo con gran lentitud y no pequeña mortificación de la Madre María Cándida, que veía diferidas sus esperanzas de trasladarse con sus hijas a su idolatrado convento por negligencia de varias personas que intervenían en el asunto.

     160.    Cedió por fin el señor Arzobispo y desistió de la defensa de su jurisdicción en Enero de 1861, hecho de que la Madre María Cándida dió noticia a doña Juana Vizcaíno por medio del sobrino de ésta, D. Manuel Torres, a quien en carta de 16 de Enero decía: "Dila que don Pablo (Secretario del señor Arzobispo)  vino hace dos o tres días a visitar a estas señoras de segunda vez y las dijo que el señor Arzobispo se había retirado, dejando a las Ordenes en libertad. Las monjas se lo han callado y el paje de un canónigo que estaba presente vino a decírmelo."
Camisa que usó Madre Cándida en su última enfermedad.

     161.    Pero cuando, zanjado ese punto y teniendo ya todo corriente la Madre para realizar la traslación, parecía que de un momento a otro había de conseguirse la Real orden que la autorizase, he ahí que surge otro incidente sobre la necesidad de la intervención de la Santa Sede para resolver definitivamente el asunto. De este incidente se lamentaba el mismo señor Arzobispo, quien dijo a D. Cesáreo Humarán, confesor de la Madre María Cándida, según carta de ésta a doña Juana Vizcaíno de 1º de Febrero de 1861, "que le daba mucha lástima ver que nos están esperando en el pueblo y a él le echarán la culpa sin tenerla, que es una lástima y una gran picardía la que hacían en retenerlo, echando el pretexto de que la Silla Apostólica lo defina; y aunque así fuese... arreglaran con el señor Nuncio y no perdieran tiempo; que esto le tenía muy incomodado, conociendo los perjuicios tan grandes que se nos causaban, con otras muchas cosas que todas manifestaban lo mucho que lo está deseando, encargándole mucho me lo dijera." Este incidente, que la Madre María Cándida no llegó a ver terminado, fué también para ella causa de grandes padecimientos.



Convento de Agustinas. Fachada norte
        
  162.    Ardía ella en vivísimos  deseos de trasladarse a su querido convento de Valdepeñas, calificado por ella misma de asombro y milagro de milagros, experimentando con la dilación de su traslación intesnsísima e inexplicable pena. "No acaban de ponderar -escribía el 6 de Octubre de 1860 a doña Juana Vizcaíno- la hermosura de nuestro convento de Valdepeñas. ¡Qué deseos tenemos de habitarlo!" "Tengo pena -decía a la misma el 23 de Noviembre- al ver va pasando el tiempo y estamos, si no peor, lo mismo. El que me da deseos de darle culto, me lo quite o mitigue algún tanto; si no, me temo lo que me callo; no puedo hablar más de esto." También a doña Marta Gallego, en 10 de Enero de 1861, agradeciendo, escribía: "¿ Con qué la podré compensar el grandísimo interés que ustudes se han tomado por la obra de Dios? Sí, amada, suya es; nada tiene mío: no he hecho más que lo que el Señor me ha ordenado, por lo que doy por muy bien empleados mis padecimientos, que sólo se sabrán en la divina presencia. Alabemos a nuestro Dios por todo. Se complace en haberme puesto como una niña. Los dolores son agudísimos y me van encorvando: sólo pensar son regalos de mi divino Esposo los recibo como flores de gran valor y hermosora... Estoy esperando con ansiedad la gran alegría de tener ya la Real orden; pero hasta ahora nada nos han escrito nuestro señor Don Pedro Vicente (Diputado a Cortes), ni nuestro apoderado (D. Bernardino Tormejón); se nos hacen siglos los días."  Por fin, a doña Juana Vizcaíno, en 21 de Enero decía: " Aumenta mi dolor ver pasan días y días y no adelantamos nada"; y el 29 de Enero a la idea de dicha señora de llevar  la Madre a Madrid, sin duda para curarla, respondía: " No des un paso para llevarme a Madrid: en esto me darías una gran pena; no mandándotelo yo, no tienes que hacer nada sobre este paso. Trabaja, sí, y mucho, para llevarme a nuestro convento: esto es lo que debes hacer sin perdonar cuentos medios puedas para conseguirlo."          



Convento de Agustinas, pasada la guerra . Fachada sur
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                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
                                                            Tf: 926 32 21 05

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