APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 7

lunes, 15 de abril de 2013
                                     
                                       De  la  caridad  para  con  Dios 
    214.    Resuelta desde muy niña la Madre María Cándida de San Agustín a ser religiosa, toda su vida puede decirse que fué un continuo ofrecimiento de sí misma  con todas sus facultades y sentidos al servicio del Señor, de modo que todos sus pensamientos, palabras y obras estuvieron informados de la más recta intención, dirigiendo a Dios todos los afectos de su alma. 

     215.   Llevando consigo el amor de Dios el odio más implacable al pecado, que es ofensa de Dios, y amando la Madre María Cándida sobre todas las cosas y de un modo muy extraordinario al Señor, pues ya desde muy niña  decía que le amaba "muchísimo", claro es que odiaba con toda su alma el pecado, cuya maldad, por otra parte, la hacía conocer el Señor, especialísimamente con las mortales aflicciones de espíritu que la mandaba para satisfacer por los pecados ajenos y por las almas del Purgatorio.

     216.    Grandísima era la compasión de la Madre María Cándida de San Agustín hacía Jesucristo crucificado, cuya Pasión y Muerte se había acostumbrado a meditar desde muy niña, y tan grade fué su deseo de asemejarse a Él en los padecimientos, que el Señor la imprimió, aunque ocultamente sin que apareciesen en lo exterior, sus sagradas llagas y corona de espinas, y en la última Cuaresma antes de morir la concedió que le acompañase con los padecimientos en toda la Pasión.

     217.     Extraordinario fué también su amor a Jesús sacramentado, que diariamente recibía en la santa comunión con los encendidos afectos que revela una oración por ella compuesta y publicada con el título: "Deseos de recibir a nuestro Señor sacramentado." Tales eran los deseos que ella misma experimentaba y tal era su fervor en los últimos meses de su vida, que teniendo que bajarla sentada para comulgar, al llegar el momento de recibir al Señor, iba sola por su pie y después subía a la celda del brazo de una religiosa.

                                         
Oración compuesta por Madre Cándida de San Agustín

     218.    El amor extraordinario de la Madre María Cándida de San Agustín a Jesús sacramentado se vió premiado con singularísimos favores. Sobre los ya narrados en otros artículos referiremos aquí otros dos.

     219.    Un día de San Luis Gonzaga, después de la comunión, la visitó este Santo, como lo hacía todos los años en su fiesta, y entre otras cosas la manifestó que por la noche iba a tener una gran visita, pues la visitaría el Dios de la Magestad. Por la tarde envió a llamar al confesor para decirle lo que había, y él contestó que ya había estado en la mañana y que no iba. "-Si no quiere venir de día, dijo la Madre, tendrá que venir de noche." Y efectivamente, entrada la noche se puso muy mala y la visitó San Felipe Neri, diciéndola que se preparase para recibir al Dios de la Majestad que venía a visitarla por viático. A las nueve de la noche aumentó el mal y la entró tal fatiga que se oía el ruido desde la calle, creyendo el médico y todos que se moría por instantes. Avisaron enseguida al confesor, vino corriendo y la dió el viático a las once, preguntándola después a cada momento: "-Madre, ¿se muere ustud?" A las doce se fué sosegando, y por la mañana, al tiempo de la comunión, ya se pudo levantar y bajar a comulgar. De modo que en veinticuatro horas recibió tres veces al Señor, que quiso hacerla aquella visita extraordinaria.

     220.    En carta de 29 de Septiembre de 1860, decía la Madre María Cándida a doña Juana Vizcaíno: "Las espaldas me hacen padecer mucho. Voy a decirte un cantar que me cantó mi Jesús ayer cuando comulgué:
                                  
                                           "Cándida, amada mía,
                                        "Por tus amores
                                        " Me tienes muy penado;
                                         "Échame flores.
    
     "Esto al paso que me llena de consuelo. He llorado mucho. Bendito sea, que no mirando lo ruin que soy, me mira con tanta misericordia. ¡Viva Jesús!"

     221.    El encendido amor de la Madre María Cándida de San Agustín hacia su divino Esposo Jesús se revela en toda su fuerza en la "Oración al dulcísimo Jesús, Esposo de nuestras almas, para pedirle su divino amor", por ella compuesta, que dice así:
     "Dulcísimo Jesús, mi amado Esposo, mi Bien, mi Dueño: Vos sois mi amor, mi único amor, mi embeleso, mi hechizo, mi encanto, mi querido, mi vida y mi todo. Te amo, sí, Esposo mío, ¡ah! sí, Te amo. Tú eres mi amor, ¡oh amor del amor mío! Yo Te abrazo, me uno a Ti, Te deseo y mi corazón desfallece con el ansia de poseerte. Tú solo puedes apagar la sed que me abrasa por Ti, yo muero por Ti. Haced, Esposo mío, que vuestro amor me abrase, haced que muera de amor: dame, amado mío, una vida de amor y luego una muerte de amor. ¡Ay! sí, aunque sea fríamente, Te lo aseguro, sí, que Te amo; ¡oh amor!, sí, Te amo, quiero amarte, enloquecer de amor, respirar sólo amor, pensar sólo amor y no hacer más que amarte a Ti, Esposo mío, delicia mía y amor mío. Quiero que cada respiración y cada pulsación sea un acto de amor que me deshaga el corazón por Ti.
       "En fin, no sé qué decir más, Esposo mío, ni quiero decir más sino que Te quiero amar, que Te amo, sí, sí, Te amo. Haced que así sea por siempre jamás, con tal intensión que muera de amor por Ti para vivir en Ti por amor. Así sea."  

     222.    Fué grandísima y constante la diligencia de la Madre Cándida de San Agustín en promover la gloria de Dios y la salvación de las almas, diligencia que descubría en ella un alma abrasada de amor divino y vencedor de cualquiera repugnancia. La puso el Señor una vez milagrosamente en condiciones de predicar a los encarcelados. La causaba repugnancia, según escribió el 14 de Diciembre de 1859 a D. Manuel Raposo, pero miró que eran hijos de Dios y esto sólo bastó para hacerla cumplir celosamente el encargo recibido. Lloraban los pobrecitos mucho, le decía, y muchos hicieron confesión general. No menor celo demostraba en aliviar a las almas del purgatorio, obligándose a satisfacer por ellas para que cuanto antes fuesen a alabar a Dios.

     223.    La caridad de la Madre Cándida para con Dios resplandeció de un modo especial en sus continuos desvelos y trabajos soportados para llevar a cabo la fundación de su convento de Valdepeñas y para preparar la Comunidad de religiosas que había de empezar a habitarle y dar culto al Señor en su iglesia. El celo de la casa del Señor la consumía, y por el amor de Dios, que la abrasaba, no veía la hora de terminar su obra y los días que pasaban sin conseguirlo la parecían siglos.

     224.    Era tanto el amor de Dios que tenía la Madre María Cándida de San Agustín, que de la fuerza del amor se la quebraron dos costillas, y una vez estando en cama se la levantaba tanto el pecho que, creyendo las religiosas iba a rompérsele, Sor Luisa la puso la mano para contenerle, con lo cual un dedo que tenía malo se curó instantáneamente. Todas sus religiosas temían que en uno de esos ímpetus de amor se les quedara, y Sor Dolores la rogó que dijese al Abuelo, es decir, a San Felipe Neri, que se los quitara, y por entonces se los quitó.   

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       Desde este blog se ruega a todas aquellas personas que encomendándose a la  poderosa intercesión de la Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín, obtengan alguna gracia o favor, lo comuniquen a:

                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
                                                            Tf: 926 32 21 05

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                                             POPULAR   IBAN  ES12 / 0075 / 0556 / 52 / 0700777973 



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