SOR MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN "LA PERLA DE VALDEPEÑAS" 5 - 2

viernes, 4 de julio de 2014
___________________________________________________________________________________________ 


Núm. 5.                                                       MAYO                                                         1931. ________________________________________________________________________________               
                          La Madre Cándida de San Agustín
                gran española y madre del soldado español

                         

                        (Del periódico "La Perla de Valdepeñas" publicado entre los años 1931-1935)


     Hay varios hechos en la admirable vida de la Sierva de Dios Sor María Cándida de San Agustín, que la revelan, no sólo como santa, sino también como gran patriota. El amor a la Patria es una parte de la virtud de la piedad, y por eso podemos asegurar que todos los santos han sido ciudadanos excelentes y perfectos patriotas; pero hay algunos que han tenido ocasión de manifestarse bajo este carácter, y uno de ellos es sin duda, la admirable y españolísima Madre Cándida.

     Expliquemos hoy con algún detenimiento  su intervención en la guerra de África, prodigando su solicitud maternal a los soldados heridos, sirviéndoles milagrosamente, no sólo en el hospital, sino en el mismo campo del combate. Los números 253 y siguientes de su vida dicen:
   Antes de la guerra de España en África, vió la Madre María Cándida de San Agustín cómo los diablos andaban muy vigilantes y a ella la decían: "-Nosotros somos los que somos llamados guerreros; tenemos gran pesca en las guerras y por más que hagas lo vamos a asolar todo cuanto queda de religión"; pero la Madre les dijo: "-¡Anda, mala bestia, si no puedes nada, miserable!; mi Jesús te tiene atado y no puedes nada".  Les dió esto tanta rabia que la tiraron una silla a la cabeza: no la dieron en ella, pero la hirieron las espaldas.

     Ya en guerra España con los  moros de África veía la Madre todo lo que en ella pasaba y con gran pena la sangre que se vertía y cómo muchos soldados se pasaban a los moros. Para socorrer a los soldados estuvo en algunas de las batallas, alguna vez acompañada de San Felipe Neri, y daba señas de Tetuán y de todo aquel país, de cómo iban vestidas las mujeres moras y judías, de O´Donnell, de la tienda en que se firmó la paz y de todo cuanto hicieron en ella.

       Un día de una grande acción dijo el Niño Jesús del Consuelo a la Madre María Cándida: "-Vamos al moro", y la Madre le dijo: "-Dueño mío id vos, ¿qué tengo yo de hacer allí?";  pero repitiendo el Niño: "-Vamos al moro", tuvo que ir. La Madre iba vestida de aldeana con su sombrero de paja y andaba en medio de la acción, tan pronto en una parte como en otra sin temor a los peligros, dando agua a los soldados, y un bálsamo para confortarlos. Los que la veían hacían diversas hipótesis  sobre quién sería aquella mujer, pero uno que antes de ser soldado la había conocido en su pueblo cerca de Toledo, en ocasión en que milagrosamente se había aparecido en él para librar de la muerte a un compañero suyo moribundo en la era por asfixia a causa del gran calor, se paró a mirarla despacio y la reconoció diciendo: "-Esa es la Madre Cándida". Después de la guerra fué este soldado a ver a la Madre y la preguntó: "-Madre, ¿era Ud. la que estaba en los moros el día de la gran acción?", y ella contestó: "Sí, hijo mío, yo era".

    De la presencia de una mujer misteriosa en aquella acción dió testimonio a don Manuel Raposo un artillero, hombre de verdad, que se halló en ella, y de tal mujer hablaron los periódicos de aquel tiempo. D. Pedro A. de Alarcón, en su Diario de un testigo de la guerra de Africa, después de describir la gran acción del 30 de Diciembre de 1859, dice: "En medio de estos episodios y figurando noblemente en cada uno de ellos, vese a una mujer piadosa que va de cama en cama ofreciendo a los heridos cierta tisana refrigerante que los conforta y reanima... -Esta mujer es... una peregrina casada, que con su marido va viajando de guerra en guerra; que estuvo en la de Crimea y viene ahora de la de Italia; que cumple quizá un voto, tal vez una penitencia; que pasa el día entre las balas dando su tisana a los heridos (solo a los heridos), y de noche en los hospitales de sangre... -Tendrá treinta años, su figura es noble y hasta hermosa ; viste largo sayal morado; se expresa como persona distinguida, y todo en ella es dulce, cariñoso, angelical. -El respeto que inspira sólo puede compararse al cuidado con que se oculta los días que no son de sangre ni de lágrimas... -Yo no sé más acerca de esta persona".  Esta peregrina, que Alarcón creía francesa y casada, no era otra que la Madre María Cándida de San Agustín, y el supuesto marido era San Felipe Neri que la acompañó en algunas de estas milagrosas excursiones benéficas.


La M. Cándida asistiendo milagrosamente a los soldados españoles en África
     
      La misma Madre contó después a don Manuel Raposo que el agua no sabía de dónde se la traían, que en cuento se la acababa un cántaro ya tenía otro, y que daba del bálsamo y que no se la acababa y continuando su relato añadía: "-¡Ay, hermano, que sed tan rabiosa tenían los pobrecitos, con qué ansia bebían, hijos de mi alma! Tenía que andar por medio de los heridos  y muertos, ¡ay!, que me partían las entrañas verlos en el suelo tendidos dando quejidos y clamando; y corría la sangre por el suelo como cuando degüellan los puercos de tantos como había muertos y heridos. ¡Ay!, ¡qué día pasé tan amargo y penoso para mi corazón!"  Para pasar y experimentar algo de lo que los heridos padecían recibió también ella un balazo en la pierna derecha, que la entró por la corva y salió por la rodilla, quedándola  el agujero abierto para prueba de la verdad.

     Estando enferma Dª Juana Vizcaíno en Madrid, su pariente D. Manuel Torres que vivía con ella, salió como de costumbre por la noche un ratito al café, sin fijarse que la enferma tenía que tomar a ciertas horas sus medicinas. Acordándose de esto en el café volvió D. Manuel en seguida a casa; pero ya la Madre María Cándida la había dado la medicina diciéndola: "-¡Pobre Juanita mía, que sola te ha dejado Manolito! Ya ves me voy en seguida que necesito descanso: vengo en este momento de Africa. Y ¡cuánto pobrecito enfermo  hay allí"  En esto doña Juana notó que la Madre tenía sangre en el pañuelo y dijo: "-¿Qué es eso Madre?" "-Nada hija mía, contestó ella; es un pequeño balazo que me ha tocado en la pierna y al atarla he manchado un poco este pañuelo. El Señor sea bendito que me da algo para pasar por El". Y dicho esto se fué. Al día siguiente recibió don Manuel una carta de la Madre en que le reprendía por haber dejado tan sola a la enferma, aconsejándole que no lo volviese a hacer.

    La narración de Alarcón y su aplicación a la Madre Cándida, requiere algún estudio y comentario, que no hacemos hoy por no alargar el relato. Por hoy solamente resolveremos lo que a algunos puede parecer una dificultad. Dice Alarcón que aquella misteriosa señora tenía todas las apariencias de una distinguida dama, mientras que Sor Dolores, que llevaba los apuntes de la Madre Cándida, dice que se aparecía vestida de aldeana. Lo uno no contradice a lo otro, pues pudo presentarse unas veces de un modo y otras de otro, y Sor Dolores anotar solamente uno de ellos, ya que al preguntar a la Madre la forma en que se aparecía, pudo ésta contentarse con decir alguna de las diversas maneras de ir en socorro de los soldados. Este caso se repite en otras almas análogas, que suelen ser parquísimas en relatar cuanto a sus personas se refiera, y se contentan con lo indispensable y sin comentarios.  



 ***************************************************************************************************************************

                                                               Oración 
  
                                      ¡Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!
                         que de tantas maneras has manifestado tu Omnipotencia
                         y Misericordia en favor de los hombres: escucha mis ruegos
                         en la necesidad que ahora siento y por los méritos e intercesión
                         de la V.M. Cándida de San Agustín, concededme la gracia que 
                          pido si ha de ser para tu mayor gloria y bien de mi alma. Amén
                           
                                                        (Hágase la petición y récense tres Gloria Patri)     

                       Rogamos nos comuniquen las gracias recibidas por intercesión de la
                                                          Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín. 
                                                       Pueden dirigirse a: MONASTERIO DE SAN DIEGO,
                                                                    MM. AGUSTINAS,  c/ Convento, 1
                                                                                13300 Valdepeñas 
                                                                           (Ciudad Real) ESPAÑA
                                                                                Tel.  926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

                                             POPULAR   IBAN  ES12 / 0075 / 0556 / 52 / 0700777973 
                                                                    

0 opiniones:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión sobre la entrada.

Si deseas incluir un enlace utiliza este código:

<a href="Dirección de tu página">Titulo del enlace</