SOR MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN "LA PERLA DE VALDEPEÑAS" 7 - 1

miércoles, 10 de septiembre de 2014
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Núm. 7.                                                       JULIO                                                         1931. ________________________________________________________________________________              

             (Del periódico "La Perla de Valdepeñas" publicado entre los años 1931-1935)


                            La  Madre Cándida y España

     La gloria y santa Valdepeñera, aparte de su caracter de santidad, posee un título ilustre que la hace acreedora al amor entusiasta, no solo de todos sus paisanos, sino de todos los españoles: fue una gran patriota; fue el pararrayos que detuvo la ira divina próxima a descargarse sobre nuestra querida España; obtuvo del Señor la promesa de una protección especial sobre su amada patria.
     Entre otros hechos, algunos de los cuales ya son conocidos de nuestros lectores, lo acredita la siguiente, que copiamos de su Vida:
      En tiempo de la guerra de Italia y de Napoleón contra los austriacos veía con gran pena la Madre  María Cándida todo lo que allí pasaba. Daba señales exactas de la gran batalla del día San Juan, de la tempestad que hubo al mismo tiempo, de la mucha agua que caía, llegando los arroyos a llevarse a los cadáveres, de cómo el agua iba a los ríos teñida de color de sangre de tanto muerto. Decía que daba horror el ver aquello y más aún el ver las almas que bajaban al infierno.
       El día de San Felipe Neri de aquel año, la manifestó el Señor cómo aquella guerra y terrible castigo lo iba a extender por toda Europa y por España, y se la presentó muy terrible y enojado contra los hombres por los muchos pecados que había y lo mucho que le ofendían. Viendo ella el castigo que iba a venir empezó a clamar al Señor y a suplicarle que detuviera su ira y se aplacara su justicia; pero no adelantaba nada hasta que se volvió a la purísima Virgen María y la dijo: "-Madre mía, me ofrezco en sacrificio para que se aplaque la justicia divina; si de algo valgo, aquí estoy dispuesta a lo que el Señor quiera de mí." La Virgen aceptó en seguida la oferta, la presentó al Señor y el Señor se aplacó, revocando la sentencia que tenía dada contra España; y vió la Madre María Cándida cómo la Santísima Virgen cogió la espada destinada para castigar a España y desarmó la ira de Dios. Luego la Madre Cándida empezó a sentir que la sangre toda se la subía de los pies a la cabeza hasta que la vertió por la boca, llegando a ponerse tan mal, que desde ese tiempo (26 de Mayo) hasta Agosto estuvo en la cama sin poderse mover, pensando muchas veces que se moría.
    Por Septiembre de 1860 vió la Madre María Cándida al Señor muy irritado y una como nube muy densa que amenazaba muchos males, particularmente un cisma, y el Señor con la espada levantada para descargar su ira sobre España: entonces la Madre Cándida pidió mucho a la Santísima Virgen que le desarmara y vió que la Virgen cogió la espada y desarmó al Señor. No se contentaba la Madre Cándida con orar ella con este fin de desarmar la ira de Dios contra España, sino que también encargaba a Don Manuel Raposo que pidiese mucho para que la Virgen aplacara a su Divino Hijo.

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                                            Fiesta de Julio:
        La Preciosísima Sangre de N.S.Jesucristo 

  El mes de Julio está dedicado a la Preciosísima Sangre de Jesús, precio de nuestra redención. Esa sangre divina vuelve a ofrecerse diariamente sobre nuestros alares para el perdón de los innumerables pecados de los hombres. El Señor, para encarecer la generosidad de su amor y para reavivar nuestra fe en el misterio del Sacrificio del altar, ha autorizado con estupendos milagros la verdad de su presencia en la divina Eucaristía. Pasamos a relatar los siguientes.
        
                  Cuatro milagrosas efusiones de sangre 
                                      de una Santa Hostia.

   En un pueblo de Francia, cerca de Reims, sucedió un admirable milagro eucarístico el 7 de Febrero de 1829. Al levantarse el párroco de la última genuflexión después de la consagración, la Santa Hostia despedía tal resplandor que le deslumbraba. Inmediatamente observó que la Hostia destilaba gotas de sangre. Temiendo engañarse requirió el testimonio del acólito, el cual dijo: "Cierto, yo veo la Sangre de Nuestro Señor en la Santa Hostia". Entonces el sacerdote hizo llegarse al altar a una religiosa Mercedaria que asistía a la misa, la cual al instante gritó: "¡Milagro, milagro!" Se acercaron otras religiosas seguidas por muchos del pueblo, y todos vertieron lágrimas admirando la Sagrada Hostia.


Hostia consagrada de la cual hubo efusiones de sangre 

    Las Hostias usadas en aquella localidad para la Misa, eran grandes, delgadas y esponjosas, llevando impresa solamente una cruz. La sangre se manifestaba en aquellas partes en que el cuerpo del Divino Salvador había tenido contacto con la cruz: la cabeza, las manos, los pies y los riñones. De esas partes rezumaba la sangre, y corría y así se mantuvo durante algunos minutos; tomando después un color carmesí brillante. Por algunos momentos se interrumpía la efusión, para continuar después hasta saturar la Santa Hostia; finalmente cesó y quedó cuajada. Para asegurarse los circunstantes contra una posible decepción, se apartaban unos momentos del altar; mas, al acercarse nuevamente, comprobaban el milagro como la vez primera. La Santa Misa quedó interrumpida por cosa de una hora; después continuó, y la Santa Hostia fué consumida por el sacerdote. Pero entonces descubrió que había sobre el corporal dos gotas de sangre, en el lugar en que reposado la Sagrada Hostia.
   Cuando el Eminentísimo Gousset, Cardenal Arzobispo de Reims, tuvo noticia del milagroso suceso, ordenó hacer una investigación eclesiástica, y mandó que el corporal fuese entregado al Deán de Sedán y lavado por él. El 29 de Abril se repitió el milagro durante la Santa Misa; pero en esta ocasión el sacerdote guardó secreto y terminó el adorable sacrificio.
El 8 de Mayo el milagro volvió a verificarse por tercera vez. El sacerdote procuró ocultarlo, pero un seminarista de Charlesville que asistía a la Misa, junto al altar, notó las manchas de sangre en la Sagrada Hostia, lo que no pudo negar el sacerdote. Por cuarta vez se repitió el milagro el 28 de Mayo. El sacerdote temblando, apenas pudo disimular su impresión. Esta vez el sacerdote consumió otra hostia que había consagrado. El pueblo, al darse cuenta, se precipitó al altar, y más de seiscientas personas desfilaron, comprobando el milagro. El sacerdote puso reverentemente la Santa Hostia en la patena y la guardó en el sagrario.
    Una severa investigación eclesiástica comprobó plenamente el milagro, constituyéndose aquel lugar en punto de peregrinación de millares de fieles de todas partes.
                                                        

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                                                               Oración 
  
                                      ¡Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!
                         que de tantas maneras has manifestado tu Omnipotencia
                         y Misericordia en favor de los hombres: escucha mis ruegos
                         en la necesidad que ahora siento y por los méritos e intercesión
                         de la V.M. Cándida de San Agustín, concededme la gracia que 
                          pido si ha de ser para tu mayor gloria y bien de mi alma. Amén
                           
                                                        (Hágase la petición y récense tres Gloria Patri)

                       Rogamos nos comuniquen las gracias recibidas por intercesión de la
                                                          Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín. 
                                                       Pueden dirigirse a: MONASTERIO DE SAN DIEGO,
                                                                    MM. AGUSTINAS,  c/ Convento, 1
                                                                                13300 Valdepeñas 
                                                                           (Ciudad Real) ESPAÑA
                                                                                Tel.  926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

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