APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 4

domingo, 24 de marzo de 2013
     192.    La mujer del dueño de la casa en que se hospedó en Toledo, en Julio de 1858, D. Manuel Raposo, en su última enfermedad no se resignaba a morir, a pesar de ser muy anciana y buena cristiana, y sólo como a la fuerza se dispuso y recibió los Sacramentos. Por la mañana del día en que murió, fué una señora que habitaba en la misma casa en Madrid, a visitar a la Madre Cándida y  a rogarla  que pidiera al Señor que dicha enferma no muriera de noche; entonces la Madre la dijo: "-¡Ay, hija, cuánto ha costado el que se conformase con la voluntad de Dios; no quería morirse. El Señor quería llevársela, porque es buena." Por la tarde, volvió dicha señora a ver a la Madre y a decirla que ya la enferma había muerto, quedando todos admirados de que hubiese acabado tan pronto, porque después de breve agonía, falleció en la tarde, a poco de pasadas las cuatro. "-¿No decíais que no fuera de noche?-repuso la Madre Cándida-. Pues se lo he pedido al Señor, y de día y bien de día lo ha hecho como queríais."

     193.    El año 1860 fué una señora muy afligida a ver a la Madre María Cándida, preguntando si la habrían hechizado, porque, después que la habían dado no sabía qué cosa, no podía dormir, ni comer, ni sosegar y se iba quedando seca. La Madre contestó que sí, pero que no tuviera cuidado, que Dios puede más que el diablo y que rogaría a Dios y a su Santísimo Niño para que echase aquello del cuerpo y recuperase la salud. Mediante la oración de la Madre María Cándida, recuperó, en efecto, dicha señora la salud y a los cuatro días volvió tan contenta, sana y buena, a visitar a la Madre y a darla las gracias por haberla librado de aquel hechizo.

     194.    Una señora muy cristiana, amiga de la Madre María Cándida, dijo a D. Anastasio Sotés y a su esposa doña Ignacia Mendaza que, ante ella y otras amigas, la Madre María Cándida dijo que a pesar de estar hecha un ovillo y no poderse mover, con la ayuda de su divino Esposo podría entonces mismo bailar, si querían, y que de hecho se recogió un poco y empezó a hacer piruetas, quedando luego en el mismo estado.

     195.    La fe vivísima de la Madre María Cándida no podía estar separada de una piedad ardiente hacia la Santísima Madre de Dios, con cuyo nombre se honraba y cuya inmaculada Concepción había proclamado milagrasamente siendo niña. A ella acudía tanto para remedio de sus necesidades, como de las de sus prójimos vivos y difuntos, de la Iglesia y de todas las naciones, especialmente de España, y aconsejaba a otros que para lo mismo recurriesen a ella. Por esta devoción era diariamente visitada por la Santísima Virgen y experimentó frecuentemente su protección, especialmente en las luchas con los enemigos infernales y en la hora de la muerte: recibió además de ella singularísimos   favores en particulares ocasiones de su vida.

     196.    Creía firmemente la Madre María Cándida de San Agustín con la Iglesia católica, que los Santos son los amigos y familiares de Dios, participantes de su reino y de su gloria propuestos a los fieles para que imiten sus virtudes e imploren su protección ante Dios en todas las necesidades de la vida, y los veneraba y honraba solicitando humildemente su auxilio. Especial devoción tenía a San José, Esposo de la Santísima Virgen, a su Patriarca San Agustín, cuyo nombre tomó al hacerse religiosa, a Santa María Magdalena, titular del convento en que profesó y que quiso lo fuese del por ella fundado en Valdepeñas, a Santa Mónica, madre de San Agustín, a San Nicolás de Tolentino, a San Felipe Neri, a San Diego de Alcalá, a San Francisco de Paula, San Ignacio de Loyola, San Luis Gonzaga, San Antonio y otros Santos, venerándolos con todo obsequio y encomendándose a su intercesión. San Agustín y Santa María Magdalena la visitaban muy a menudo y San Felipe Neri estaba siempre con ella.
Santa Mª Magdalena


         
     197.    Después de curada milagrosamente por San Diego el año 1828, llevaron el cuerpo de dicho Santo al Convento de Agustinas Magdalenas de Alcalá y lo colocaron en la celda de la Madre María Cándida hasta que volvieran por él: ella, movida de su devoción, introdujo la mano por la rejilla de la caja del Santo para tocarle y éste se la cogió y apretó. Más tarde todos los años le hacía la Madre su fiesta, costeándosela el señor Obispo de Pamplona, ilustrísimo Sr. D. Severo Leonardo Andriani, y en su celda veneraba una preciosa imagen del Santo, que se conserva, de la cual hizo sacar muchas estampas para promover la devoción hacia él. Quiso además que su convento de Valdepeñas se distinguiese con el título de "Agustinas Magdalenas de San Diego".



Expositor-reliquias de Santa Magdalena de Pazzi, perteneciente a la fundación.


     198.    Tenía la Madre María Cándida gran confianza en San Diego y excitaba a todos a que también la tuviesen, asegurando que experimentarían su protección. La Madre misma, en carta de 6 de Septiembre de 1859, decía a D. Manuel Raposo lo siguiente: "Este Santo (San Diego) es muy valiente y sabe guardar muy bien las cosas. A una señora viuda la iban a robar y a matar una noche; lo supe yo a las diez de la mañana, y la mandé un cuadrito que tengo y la dije lo pusiera en la puerta sin miedo y con confianza que el Santo les impediría la entrada. Fueron los ladrones, y no pudieron abrir, por más que hicieron, con muchas llaves y herramientas que llevaron para abrir la puerta; y viendo que por más que hacían no podían abrir, dejaron allí las cosas que llevaban, porque el Santo empezó a hacer mucho ruido por dentro, y ellos se asustaron y echaron a correr, porque empezaron a salir frailes." Esta señora dió en agradecimiento varias cantidades a la Madre para la fundación de su convento de Valdepeñas.                      
                                         
Imagen de San Diego, titular del convento fundado por M. Cándida de San Agustín
 
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                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
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