APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 1, 10

lunes, 24 de septiembre de 2012
     59.    Fué muy perseguida Sor María Cándida de los demonios infernales, y era tanta la guerra que la hacían, que la daban golpes, la tiraban por el suelo y la hacían rodar por el coro, como una pelota, se le aparecían con figuras horrorosas y escandalosas y tanto era lo que la asustaban que durante cuatro meses tuvo que dormir en la celda de una compañera para poder descansar algo, hasta que una noche, al ir a la celda de dicha compañera, se le apareció la Santísima Virgen y le dijo: "-¿Adonde vas? No temas. ¿No quieres mucho a mi Hijo?". Y acariciándola, la hizo entrar en la cama, la puso la mano en la frente e hizo que durmiera hasta la mañana. Desde entonces pudo dormir en su celda; pero no por eso dejó de ser atormentada de dichos enemigos toda su vida, aunque no los temía.

     60.    Cierta noche, la querían ahogar entre seis de estos enemigos, en presencia de toda la Comunidad, y la Prelada les mandaba por obediencia que la dejaran en paz; no obedeciendo ellos, empezaron todas las religiosas a rezar en alta voz el Ave María y así desaparecieron, pero dejándola muy maltratada, porque la habían sacado un pedazo muy grande de la lengua.

     61.    La hacían también gran guerra para impedirle comulgar. Unas veces se la ponían delante en figuras horrendas; otras ponían fuego al hábito que Sor María Cándida veía arder sin quemarse, y otras, la apretaban y cerraban la boca para que no la pudiese abrir; pero al acercarse a la ventanilla del comulgatorio, a presencia de Jesús Sacramentado, tenían que huir y desaparecer, dejándola con más méritos y mejor disposición para recibirlo, o tenían que estar allí para mayor rabia y confusión, si el Señor así se lo mandaba o la misma Sor María Cándida en nombre de Dios.


Comulgatorio del Convento de la  Concepción de Toledo

     62.    También la mortificaban mucho cuando escribía  a algunas de las personas con las cuales tenía correspondencia, tirándole una veces la pluma, otras el tintero, otras la tinta sobre las cartas o el papel, y alguna vez hasta una silla, intentando matarla; pero nunca consiguieron hacerla desistir de su intento.

     63.    En cierta ocasión, el enemigo que la atormentaba la dijo: "-Yo soy el mismo Lucifer, que me das tú sola más guerra que todo el mundo", a lo que ella contestó: "-Pues a pesar tuyo te tengo que quitar las almas para mi Dios", y no pudiéndola sufrir echóla dos ajos, oídos por la compañera, y la dejó en paz.

     64.    Al paso que era tan atormentada de los enemigos infernales era muy favorecida del Señor y de su Santísima Madre, teniendo ambos con ella sus delicias y acariciándola como a su querida hija. Celebró el Señor con ella los castos desposorios, siendo madrina la Santísima Virgen. Entre otras dulzuras de amor el Señor la dijo: "- Cándida de mi corazón, tu eres mi esposa amada", y lo mismo se leía en el anillo que la pusieron ese día. Ambos la colmaron de abundantísimos dones y noticias para bien suyo y de los prójimos, haciéndole la gracia de que conociera el interior de las personas para saber dirigir sus almas: usando caritiativamente de esta gracia ganó muchas almas para Dios.

     65.    En otro éxtasis empezó a hablar en latín cosas altísimas de la Esposa de los Cantares y Sor Dolores se puso a escribir lo que oía; pero, no pudiéndola seguir, lo dejó después de haber escrito bastante. Cuando volvió del éxtasis dijo a Sor Dolores: "-Dame lo mío", a lo que ésta contestó que no tenía nada suyo; pero insistiendo la Madre María Cándida en que se lo diera o lo quemara, por no disgustarla le dió lo que había escrito. Por esto reprendió después el confesos a Sor Dolores.

     66.    Una vez, después de comulgar, se apareció el Señor a la Madre María Cándida con una niña en brazos, y ella le preguntó: "-Y dime, Esposo mío, ¿quién es esa niña tan hermosa?" Y el Señor la contestó: "-Esta eres tú, tal está tu alma".

     67.    Otra vez el Señor la dijo: "- Tu nombre será celebrado en todo el mundo como el de otro San Antonio Abad."
       68.    Favorecióla también el Señor con otras celestiales visiones, profecías, revelaciones y otras gracias muy estraordinarias. Entre éstas se cuenta la muy especial de oir, si con fe la llamaban, aunque fuera desde muchísima distancia, y favorecer a cuantos la buscaban. De los muchos casos que pudieran citarse referimos sólo algunos.

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