APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 1, 7

jueves, 6 de septiembre de 2012
     35.    Era Sor María Cándida, en medio de todo, muy sencilla e inocente. Un día pasaba un hombre vendiendo naranjas por la calle y diciendo a voces: "-¿Quién quiere naranjas?"; le oyó Sor María Cándida, le hizo llamar y cogió las que quiso, invitando a que hiciesen lo mismo las demás. Cuando ya se iba a marchar el hombre dijo: "-Vamos, ¿me paga usted?", Sor María Cándida se quedó parada diciendo: "-¡Ay, buen hombre! yo pensaba que eran de balde y yo no tengo dinero. Como decía usted, ¿quién quiere naranjas?, yo las quería, y por eso le he llamado a usted" y le devolvió las que habían tomado. El hombre, al ver tal sencillez e inocencia, les dejó algunas, y luego vendió las demás al instante y bien vendidas. Después, siempre que iba a vender naranjas u otra cosa iba derecho al convento, diciendo que llamasen a la Madre de las naranjas, y la rogaba que tomase las que quisiese: Sor María Cándida tomaba poco, porque le hacía lástima, pues el hombre lo necesitaba, y para remediar su necesidad vendía; pero el hombre la hacía tomar más o se lo daba, diciendo que así tenía la venta segura, refiriendo lo pasado.

¿Quién quiere neranjas?


36.   Siendo   Sacristana, cuando retiraban los recados de las misas al instante iba a mirar los cálices, y si tenían algo lo escurría, y si encontraba alguna partícula en los corporales  se
la comía: tal era su sendillez  y amor del Señor. Dos veces, que estaba bastánte mala, vió dos partículas grandecitas en los corporales y se las llevó a la cama, quedando muy contenta, porque tenía al Señor consigo; fueron a visitarla las monjas, y viéndola tan contenta la preguntaron por qué estaba tan alegre, y ella contestó: "-Porque tengo aquí al Señor conmigo abrazado" y se le enseñó, diciéndolas lo que era. "-¡Criatura!- dijeron las religiosas alborotadas-, ¿por qué has hecho eso?"; y ella respondió: "-Porque, ya que le había visto en el corporal, no quise dejarle allí solo, que mejor estaba conmigo, y me lo he traído." Y tubo que entrar el capellán y llevar el Sacramento al sagrario.  Después, cuando lo contaba, se reía mucho de lo que en su sencillez había hecho con el Señor, y decía a D. Manuel Raposo: "-¡Ay, hermano, que vergüenza pasé las dos veces cuando tuvieron que ir toda la Comunidad y el sacerdote con velas encendidas para llevarse al Señor de mi cama". 
         
         
     37.    También solía hacer como una niña lo que veía hacer a los sacerdotes. Se ponía una estola, cogía la bendición de los escapularios y los bendecía con agua bendita y todo, hasta que la dijeron que ella  no podía hacer aquello, que sólo los sacerdotes eran los que podían. Y decía: "-Pensaba que yo también podía." Se reía después mucho cuando contaba estas cosas, y añadía que por entonces esperaba que con el tiempo había de poder decir misa.

     38.    Una noche, estando muy descuidada, la dijo de pronto, después de media noche, San Felipe Neri: "-Vamos a Madrid." "-¿A qué?, Santo Abuelo"-preguntó Sor María Cándida. "-A recoger un niño recién nacido que han echado a la calle de Embajadores, no sea que un perro se lo coma" -contestó el Santo-. Fueron, lo recogieron, que estaba envuelto en un trapo, lo llevaron a San Juan de Dios y allí lo dejaron. Por la mañana, con toda su sencillez, preguntó   cómo era aquello y de dónde eran esos niños que caían así a la calle.

     39.    El P. José Puideval, Filipense, confesaba a Sor María Cándida, la visitaba mucho cuando iba a Alcalá y decía de ella que era el alma más pura, más cándida y más sencilla que había visto. En cierta ocasión le dijo:  "-¡Cándida, Cándida! ¡Qué corona tan hermosa te están haciendo los ángeles!".  Y ella  se  echó  las  manos a la cabeza  y  con  toda  sencillez le dijo:  "-Padre, ¿dónde está, que yo no la veo ni la siento?".

     40.    Delante de un cuadro de Santa Rita, que había en el clautro, oraba un día Sor María Cándida por su confesor desterrado, rogando a la Santa que intercediese para que volviese pronto, y cuanto más instaba por que la contestara que lo haría, la Santa desde el cuadro no le decía más que "Santa María , Madre de Dios"; y como no respondía esto a lo que  ella deseaba, en su sencillez la dijo: "Anda a paseo", y la dejó.

     41.    Era también la Madre María Cándida muy humilde y muy paciente, sufriendo con paz y en silencio las censuras y críticas que dentro y fuera del convento se hacían contra ella, por causa de las cosas extraordinarias que experimentaba y de las muchas visitas que tenía, aunque con permiso de la Superiora, de toda clase de personas, especialmente de las que frecuentaban las aulas de la Universidad.


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