APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 1, 6

jueves, 30 de agosto de 2012
     30.    Aproximándose el tiempo de la profesión el Dr. D. Miguel de Pascual Heranz, Vicario General interino en Alcalá, exploró el 15 de Abril de 1827 la voluntad de Sor María Cándida de San Agustín y halló que, sin coacción de nadie, espontánea y libremente estaba dispuesta a profesar, y que siendo de complexión sana y robusta, sin ninguna enfermedad, y habiendo probado las asperezas de la vida religiosa, se creía con fuerzas bastantes para cumplir con las obligaciones del estado religioso según la regla de San Agustín y las Constituciones del Monasterio en que vivía como novicia, autorizándola en el mismo acto para que pudiese hacer testamento y renuncia de sus legítimas paterna y materna y de cuantos derechos y acciones le pertenecían entonces y le pudieran en lo sucesivo pertenecer. Terminado el año de noviciado, profesó solemnemente el 18 de Mayo de 1827, siendo Priora del Convento la Madre Sor Escolástica de la Santísima Trinidad, que, elegida para dicho oficio el 15 de Agosto de 1826, continuó desempeñándolo hasta 1846.

     31.    Desempeñó en seguida Sor María Cándida de San Agustín varios cargos menores en la Comunidad, siendo elegida, aun siendo novicia, ropera de lana para cuando profesase. Para el trienio que comenzó en 15 de Septiembre de 1829 fué nombrada panadera y como auxiliar de otras, sacristana, ropera de lienzo y refitolera, como consta del Libro de Elecciones de la misma Comunidad.

Estampa que mandó hacer la Madre Cándida
     32.    Fué especialmente devota de San Diego de Alcalá, cuya devoción tuvo en ella origen del modo siguiente. Pasaba un día la Madre Sor María Cándida de San Agustín por el claustro, y viendo un cuadro de San Diego, que no estaba muy bien pintado, preguntó: "-¿Qué Santo es ese?", y la contestaron: "-San Diego", replicando ella: "-¡Qué feo es!". Por la noche, estando ella descuidada, se le apareció este Santo, y preguntándole: "-¿Tú, quién eres?", contestó: "Soy San Diego, que, aunque feo, vengo a verte." Desde entonces quedaron muy amigos y era su protector especial, recibiendo de él para sí y para otras personas muchos favores.

     33.    Entre estos fué muy especial la curación milagrosa que este Santo obró en ella a la media noche del 11 de Noviembre de 1828. Después de dos meses de gravísimos padecimientos a causa de muy graves y complicadas enfermedades mortales, se hallaba Sor María Cándida completamente desahuciada de los médicos y recibidos devotamente los Santos Sacramentos, a punto de expirar. A las seis de la tarde quedó con la cabeza en medio de la cama y con las rodillas tocando casi con la barba, hecha un ovillo y sin poderse mover; en esta postura quedó en éxtasis  hasta las nueve de la noche, y de él volvió riendo, con los ojos hermosísimos, y diciendo: "-Han estado aquí San Diego, el beato Julián de San Agustín y Santa Teresa, y el primero me ha dicho que no me ponga las bayetas, ni las aguas emolientes, porque no las necesito." Con el confesor que tenía entonces, el Trinitario P. Lorenzo, estuvo hasta las once y media, y luego un cuarto de hora con la Madre Maestra, con la cual empezó a hablar. A Sor Dolores de Jesús, que durmiendo en la misma celda, decía: "-Calla, que no me dejas dormir", contestó: "-Voy a ir mañana al coro, voy a ayunar y a comer de viernes." Después dijo a la Maestra: "-Hay aquí un fraile, que es San Diego"; y la Maestra le ordenó: "-Reza una Salve a la Virgen y el Magnificat." Concluido este cántico, que rezó alternando con San Diego, éste, cuya reliquia le habían aplicado y ella había venerado le puso la mano en el pecho y le dijo: "-Levántate y anda", y ella, con gran velocidad, se levantó en el acto y quedó completamente sana; hecho ruidoso, de cuya verdad,a instancia del Vicario General de Alcalá, certificó al día siguiente el médico del convento, D. Mariano del Gras, profesor de Medicina en dicha ciudad. 

  Sor María Cándida es curada por San Diego de Alcalá

       34.    Era tal después de este suceso la sabiduría de Sor María Cándida de San Agustín, que pasmaba a los mayores teólogos, los cuales decían que no era ella la que hablaba, sino Dios en ella. Todos buscaban su consejo, y ella le daba con gran caridad a toda clase de personas.


Imagen de San Diego perteneciente a la fundación
    

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