APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN I - 3

jueves, 16 de agosto de 2012


La niña María Cándida abriendo el Sagrario para comulgar

     10.   Un día, estando sola en la iglesia de los Trinitarios Descalzos, se subió al altar y estaba abriendo el sagrario cuando llegó el P. Fr. Lorenzo, que fué su confesor muchos años en Valdepeñas y después en Alcalá, y la preguntó: "-¿Qué haces?" Y ella respondió: "-estoy abriendo el sagrario para comulgar, porque hoy no he comulgado." Cosa que hizo mucha gracia al dicho P. Lorenzo.


     11.    Por este tiempo vió un sacerdote entre muchos que conocía, y dijo: "- Ese ha de ser mi director." y así se cumplió, porque fué el primero que tuvo.


     12.    Se confesaba entonces pasando grandes apuros por no saber qué confesar, y su confesión se reducía a preguntar al confesor si amaba mucho a Dios.  Los confesores tenían con ella una santa diversión, mandándosela unos a otros, y decían que aprendían ellos de la niña más que lo que ellos la enseñaban. 

     13.    Fué dotada desde sus primeros años del don de la profecía. A sus dos tías las dijo cuándo se iban a morir. Una de ellas estaba buena y sana por la tarde, y fué la niña a su casa y la dijo: "-Tía, qué hace usted?" Y la tía contestó:  "-¿Quieres merendar?  ¿Adónde vas?"
 "- A decirle a usted que se va a morir dentro de seis horas" -replicó la niña. "-Pero, chica, ¿tienes ganas de fiesta o lo dices de veras?" - dijo la tía muy sorprendida. "-De veras- repuso la niña-, se lo digo a usted para que se prepare, que el Señor se la quiere llevar." Y, en efecto, al instante empezó a hacérsele en la mano un granito y a hinchársele el brazo, de modo que a las seis horas murió, habiéndose preparado bien con los Santos Sacramentos y teniendo una buena muerte. Por estas cosas que decía la amaban y temían todos.


Patio de la casa de María cándida
     14.    También le concedió el Señor especial poder de intercesión en favor de las almas del purgatorio. Falleció uno de sus abuelos y se apareció a la niña María Cándida, la cual lo dijo varias veces a su madre. Repitiendo esto la niña, su madre le dijo que, si volvía a verle, le preguntara qué quería; hízolo la niña, y el abuelo le dijo: "-Hija mía, tienes parte con las ánimas del purgatorio", refiriéndose sin duda al especial poder de intercesión en favor de ellas concedido por el Señor a la niña.

     15.    Estaba una vez ésta ocupada en su oración, cuando siente que la cogen de una pierna y ve una alma que se le presenta. "-Tú, ¿quién eres?" -preguntó la niña.  "-Yo soy Fulano
-contestó el aparecido-, que vengo a que me apliques misas y sufragios, que estoy en el purgatorio." "-¿Y cómo te has salvado, diciendo lo que decías?" -volvió a preguntar la niña, maravillada de que aquel hombre mal hablado, que decía muchos disparates y blasfemias, se hubiese salvado. "-Por mi hermana- respondió-, que no hacía más que llorar y pedir a la Virgen por mí, y cuando me vió que estaba en agonía empezó a decir con todas sus fuerzas: María, Madre de gracia, Madre de misericordia, líbrale del enemigo ahora y en la hora de la muerte, ampárale. Y al decir: Madre de misericordia, la Virgen me alcanzó un dolor tan fuerte de mis pecados, que se me partió el corazón y me he salvado; y ahora necesito sufragios para salir de las penas que padezco en el purgatorio." Causó susto y una novedad muy grande esta visita a la niña y le quedó en la pierna un dolor que le duró muchos años. 

     16.    Era grande el amor de la niña María Cándida a la soledad y al retiro. A la edad de nueve años la llevaron sus padres consigo a un sitio de baños junto a una sierra, y una noche, sin que nadie lo advirtiera,  se marchó con un niño, primo suyo, de dos años, hacia el desierto. Al advertir su falta, fueron en busca de ellos sus padres, y pasando por donde estaban no los vieron. Al día siguiente encontraron los niños un pastorcito con una vaca, y la niña le preguntó: "-Di, ¿amas mucho a Dios?" Y él la contestó:  "Sí, ¿y tú?"  "-Yo, muchísimo" - respondió la niña. Entonces el pastorcito les dió leche de la vaca y se marchó. Con ella se sustentaron hasta que, sin saber quién los había llevado ni por donde habían venido, los encontraron en casa, junto a la madre de la niña. Decía ésta que cuando buscándolos se acercaban sus padres donde estaban, que era debajo de un árbol, los habían subido de pronto al árbol y luego que pasaron los bajaron y continuaron su camino.



Hasta las fieras se le rendían mansamente


     17.    A la voluntad de la niña se rendían dócilmente los más fieros animales. Se escapó en cierta ocasión un toro bravo por el pueblo, con la alarma consiguiente de la población, y corriendo se fué hacia el campo. Desistían ya de poderle coger, cuando se presentó la niña María Cándida delante de los que le perseguían, y el toro, al verla, se paró y bajó la cabeza delante de ella; entonces ella le acarició, montó sobre él y entró en la plaza del pueblo, donde , bajándose la niña, se dejó atar el toro como un corderito.
  



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