APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTIN 1, 4

martes, 21 de agosto de 2012

Un perro la deshizo totalmente el vestido sin tocarla a ella

      18.    Era opuesta María Cándida a las galas y adornos con extremo. Un día, siendo ya mocita, se empeñaron sus padres en vestirla con elegancia, contra toda su voluntad; pero, apenas salió a la calle, sin saber por dónde, se la acercó un perro y se lo deshizo todo, sin hacerla a ella el menor daño, confirmando así el Señor lo agradable que le era singular modestia de la joven María Cándida.

     19.    Se vió muy joven privada de su madre, cuya futura muerte manifestó el Señor de una manera misteriosa. Estando su madre enferma  se puso María Cándida a hacer oración vestida de blanco, como de costumbre, y de repente se le volvieron los vestidos negros, quedando toda enlutada. Asustada con esto, se fué a contárselo a la madre, la cual exclamó: "-¡Ay, hija mía, eso es que me muero!" Y así sucedió, porque a los pocos días, asistida por su misma hija, murió santamente el 13 de Abril de 1820. Tenía entonces María Cándida poco más de diez y seis años y quedó al cargo de la casa y de una hermanita, respecto de la cual hizo las veces de madre. Luego supo que su madre gozaba de Dios.

  20.    Por este tiempo hacía ya María Cándida mucha oración y penitencia. Usaba tales cilicios, que la cogían todo el cuerpo; las disciplinas eran rigurosas y cada día inventaba nuevos instrumentos para mortificarse. Es fama que cuando la lavandera de la casa preguntaba el porqué de ciertas manchas de sangre que notaba en su ropa blanca, ella, disimulando, contestaba: "-Será de las chinches".

¡Serán de las chinches!


     21.    Solía orar delante de una imagen de Jesucristo crucificado, y concluida la oración se subía a besar el crucifijo; entonces el Señor le hacía el favor de echarla el brazo al cuello y abrazarla, haciéndole sentir al mismo tiempo los efectos de su amor y la caridad con que había derramado su sangre y dado su vida por redimir al hombre.


Habitación de María Cándida

22.    Se ejercitaba también en las demás virtudes cristianas, especialmente en la humildad, paciencia y caridad. Era tan caritativa, que una vez, no teniendo que dar de limosna, dió un chaleco de su padre, y después en todas las confesiones se acusaba de ello, porque vió que su padre se había disgustado.



      23.    Con el P. Ildefonso Valiente, de Valdepeñas, antes de entrar en la Compañía de Jesús, trataba mucho María Cándida y se comunicaban las cosas del alma. Así aprendió el P. Valiente a hacer una vida tan penitente que parecía sobre las fuerzas humanas, y se decidió a ser Jesuita para trabajar cuanto pudiese por su propia santificación y por la salvación de las almas, poniendo después tal decisión en práctica.
     
 
   

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