APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 3, 17

domingo, 7 de julio de 2013
                                            De  la  fortaleza.


     306.    En el intenso amor hacia Dios, que cultivó con esmero desde muy pequeña; en la contemplación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que también desde muy pequeña se acostumbró a meditar, y en la gratitud para con el Señor, de quien recibía continuos y extraordinarios favores, encontró la Madre María Cándida de San Agustín aquel vigor y fuerza con que afrontó heroicamente graves dificultades de la vida y las tentaciones especialísimas con que el demonio pretendió, en diversas ocasiones, abatir la fortaleza de su ánimo invicto.

     307.    Esta fortaleza heroica la demostró la Madre María Cándida, aun con peligro de la vida, cuando siendo jóven se opuso varonilmente y contradijo a los discursos irreligiosos del revolucionario Riego en Valdepeñas.

     308.    No menor fortaleza de ánimo demostró resistiendo años enteros a los ruegos, amenazas y malos tratamientos de su padre, que por fuerza quiso obligarla a que se casase con alguno de tantos como la pretendieron en matrimonio. Con ninguno de estos medios pudo obtener el padre que María Cándida desistiese del firme propósito de servir perfectamente a Nuestro Señor Jesucristo, abrazando el estado religioso.

     309.    La virtud de la fortaleza cristiana de la Madre María Cándida, resplandeció de un modo especial en las terribles persecuciones que tuvo que sufrir durante su vida religiosa, por parte de los enemigos infernales, los cuales, ni con horribles representaciones, ni con atroces tormentos, ni con la fuerza material, lograron turbar la serenidad habitual de su alma, ni impedirla sus oraciones y comuniones o ejercitarse en obras de caridad para con los prójimos. Llegó la Madre María Cándida en ese punto, confiada en su divino Esposo Jesús, a burlarse de estos enemigos, tratándolos de miserables e impotentes, y amenazarles con la lucha de quitarles cuantas almas pudiera para conducirlas a Dios.

     310.    No menor fortaleza demostró la Madre María Cándida de San Agustín ante las amenazas de quien, contrariado en su vida licenciosa, fué a verla con ánimo de matarla. Armado de dos pistolas se la presentó en cierta ocasión un individuo enfurecido, diciéndola que la iba a matar, porque por causa de ella le había abandonado su querida, a quien amaba sobremanera. La Madre, muy serena y con gran confianza en el Señor, le invitó a que tirase, pero él, impresionado con la actitud de la Madre, no se atrevió a hacerlo. Luego la Madre empezó a reconvenirle, haciéndole varios cargos y consideraciones, a las que él contestaba que no creía nada de lo que le decía; pero preguntándole si lo creería si viese un demonio, contestó que sí. Entonces ella le despidió diciendo que se fuese a comer y después hablarían. Después de la comida se echó el hombre a dormir la siesta y de repente sintió que le cogían de una pierna y le tiraban de la cama; mira y ve un demonio horrible. Tal susto le entró, que le dió una congoja, de la cual creyeron se moría, llegando a darle por eso la Extremaunción. Cuando volvió en sí y se puso menos mal fué corriendo a verse con la Madre, pedirla perdón y preguntarla qué debía hacer. Dió luego licencia a su mujer, con la cual no hacía vida conyugal, para que se hiciese religiosa y él siguió viviendo cristianamente.

La Madre, muy serena y confiando en el Señor, le invitó a que tirase
     
     311.    Fué sobrehumana la fortaleza de la Madre María Cándida en las enfermedades y padecimientos que tuvo que soportar, especialemte en los diez y siete últimos años de su vida. Dichos padecimientos, ora procediesen de causas naturales, ora de persecuciones y malos tratamientos diabólicos, ora de especialísimas gracias del Señor que hacía participante a esta su Sierva de los dolores de su sagrada Pasión, o condescendiendo con su caridad, la concedía satisfacer por sus prójimos, tanto vivos como especialmente difuntos; lo cierto es que eran continuos e iban siempre en aumento hasta llegar a ser toda ella una llega y allarse en incesante dolor. Sin embargo, todo lo soportó  con admirable paciencia y santa alegría, considerando tales padecimientos como especiales favores del Señor y alabándole y dándole gracias por ellos.

     312.    Tuvo asimismo que sufrir mucho la Madre María Cándida en Alcalá y en Toledo por las críticas y murmuraciones de diversas personas, tanto religiosas y eclesiásticas como seglares, y también por las atroces injurias que la dijeron algunas otras movidas de la envidia; pero todo lo sobrellevó con inalterable tranquilidad y heroica paciencia.

     313.    Grandes fueron las contrariedades y sufrimientos, por los cuales tuvo que pasar la Madre María Cándida con motivo de las obras de Valdepeñas y del expediente seguido para obtener la Real orden que autorizase dicha fundación. La lentitud con que se tramitaba el expediente por la negligencia y falta de interés de varios de los que en él intervenían, fué para la Madre María Cándida un verdadero martirio, que, aunque soportado con heroica paciencia, concluyó con su vida, consumida por el celo del culto del Señor que deseaba vivísimamente tributarle en su convento de Valdepeñas.

     314.    En la misma Comunidad, que con tan buena voluntad había recibido a la Madre María Cándida en Toledo y en la pequeña que ésta iba preparando para su convento de Valdepeñas, tampoco faltaron a la Madre María Cándida ocasiones de ejercitar la paciencia. Mal aconsejadas las Agustinas Concepcionistas de Toledo, aun prescindiendo de otras molestias, se alegraban de las dificultades que sobrevenían e impedían la traslación de la Madre María Cándida con sus hijas al convento de Valdepeñas y retenían cuantas limonas recibían para ella. "Nos toman cuanto entra por ellas -decía la Madre respecto de esto último a doña Juana Vizcaíno en carta de 29 de Enero de 1861-, es una lástima. Nos encontramos sin..., no quiero decírtelo, porque vas a tener pena y a pasar malos ratos. Todo sea por Dios." Y en cuanto a su futura Comunidad tuvo mucho que padecer la Madre con motivo de una pretendienta llamada María, que resultó no tener vocación, se enfermó y tardó la familia en llevársela. "La dan cada día los recargos más grandes -escribía la Madre a doña Juana Vizcaíno el 7 de Agosto de 1860-, y como es tan tonta y no sabe lo que es educación, cuanto habla son coces; tengo un martirio con sus burradas....; pide a Nuestro Señor vengan pronto  a por ella; si tardan, acaso no la podrán llevar. Todo sea por Dios.... Soy de piedra cuando resisto a tantas penas cono el mal de la María me ha ocasionado y me van a dar el pago de tirar nuevas coces.  Ya hablaremos también sobre esto: una y nada más". Todas estas mortificaciones las soportó la Madre María Cándida con grande resignación  y paciencia.

     315.    Prueba finalmente de grandísima fortaleza y completa conformidad con la voluntad de Dios dió la Madre María Cándida en su última enfermedad, cuando agobiada de dolores principalmente interiores y muy semejantes a los del Señor en la Oración del Huerto, se vió obligada a pedir humildemente  a Dios siquiera dos hora de descanso; pero añadiendo: "-Si es de vuestro agrado, y si no, contenta estoy."

                                               De  la  templanza

     316.    Además de observar escrupulosamente los ayunos de la Iglesia y los especiales de la Orden Agustiniana, era muy sobria la Madre María Cándida en sus alimentos. Mientras estuvo en Alcalá, absorta en la contemplación después de comulgar, casi ningún día desayunaba, comía poco y no dormía más que de dos a tres horas. En los últimos meses de su vida todo su alimentación se reducía a unos granitos de granada y bastante pan, porque a causa de una grande desgana no podía tomar otra cosa; pero era tal el concepto que sus hijas tenían de la sobriedad de la Madre, que creían que hacía aquello por mortificarse y la instaban a que se alimentase más, aumentándola con esos ruegos, aunque cariñosos, sus grandes padecimientos.

     317.    Siendo la meditación frecuente, al decir del Espíritu Santo, aflicción de la carne, continua puede decirse que fué la mortificación de la Madre María Cándida, ya que era asidua en la oración y meditación en cuanto se lo permitían otras ocupaciones, empleándose en ella la mayor parte de la noche. En los últimos años de su vida, aun enferma y necesitada de ayuda para ir al coro, iba a la oración y meditación de la mañana media hora antes de que a ella entrase la Comunidad, acompañada de una religiosa llamada Sor Hilaria, de modo que entraba la primera y salía la última de ese piadoso ejercicio.

     318.    Grande fué la penitencia que la Madre María Cándida practicó toda su vida con diversos instrumentos, siendo en ella muy frecuente  el uso de la disciplina, principalmente para satisfacer con sus padecimientos por las almas del Purgatorio.

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       Desde este blog se ruega a todas aquellas personas que encomendándose a la  poderosa intercesión de la Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín, obtengan alguna gracia o favor, lo comuniquen a:

                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
                                                            Tf: 926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

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