APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 4, 6

jueves, 5 de septiembre de 2013
     390.    Tuvo la Madre María Cándida muchas visiones relativas a las almas del purgatorio. En la fiesta de San Diego y su octava y principalmente en la de la Asunción de la Santísima Virgen, eran muchas las almas que, a consecuencia de sus oraciones y penitencias, veía subir al cielo. En los últimos años de su vida en este día de la Asunción de la Virgen, no quería que la hablasen de nada; le quería ocupar todo en el cielo y en sacar almas del purgatorio y llevarlas a que celebrasen la fiesta de su gran Reina. Después decía que eran miles, que no tenían número las almas que en ese día habían entrado en el cielo.

     391.    Vió en el purgatorio muchas almas de personas particulares. La mostró el Señor a Carlos IV y a María Luisa padeciendo terribles tormentos. María Luisa en Roma se convirtió enteramente a Dios e hizo mucha penitencia y por eso se salvó; pero no saldría del purgatorio hasta el año 1870. También vió al Rey Don Fernando VII y lo mucho que padecía y así mismo al Arzobispo Sr. Orbe.

     392.    Murió en Madrid un sacerdote llamado D. Ramón Lliso, a quien en Toledo había conocido y tratado mucho la Madre María Cándida. En Mayo de 1858, escribió ésta a D. Manuel Raposo preguntando si había muerto dicho sacerdote, porque le parecía haber visto su cara en el purgatorio, y D. Manuel contestó que había muerto el 19 de Febrero. Volvió a escribirle más adelante diciendo que ya le veía más claro y que pronto saldría del purgatorio, hasta que por fin, el día de la Natividad de Nuestra Señora, subió con otros muchos a gozar de Dios en el cielo.

     393.    En Noviembre de 1859 el día de San Diego después de comulgar vió cómo voló al cielo, con otras muchas almas, la de D. Francisco de Sales Ortiz y Ganchequi, que murió en Ávila y estuvo en el purgatorio de siete a ocho años. Éste era hijo de una señora su bienhechora a la cual la Madre apreciaba mucho.

     394.    Murió el año 1857 el P. José Eduardo Rodríguez de Carasa y por la noche del día en que murió se acercó a la Madre María  Cándida, mientras ella oraba, dando ayes muy lastimeros y pidiendo  sufragios. Había dado a un sacerdote en Alcalá por los años 1841 a 1843 un consejo poco prudente y cargó sobre él la responsabilidad de la acción ejecutada a causa del consejo y el reato consiguiente de la pena: por eso estuvo en el purgatorio hasta el 18 de Diciembre de 1859 en el que la Madre le vió volar al cielo. Averiguada después en cierta ocasión la fecha de la muerte de dicho Padre, resultó que había muerto el 30 de Julio de 1857 y entonces la Madre María Cándida dijo: "-No me he engañado:  dos años, cuatro meses y diez y nueve días estuvo en el purgatorio." Se quedaron atónitos los que lo oyeron, entre ellos D. Manuel Raposo, al ver lo que pasó a un hombre tan santo y tan perfecto, que tanto había padecido y trabajado por la salvación de las almas y de quien creían que de la cama se había ido derecho al cielo. Se había aparecido también dicho Padre a raíz de su muerte a otras personas buenas pidiendo igualmente sufragios.

     395.    En tiempo de la revolución francesa, cuando se estableció la república bajo la presidencia de Luis Napoleón, fué herido por causa de las barricadas el Arzobispo de París. A consecuencia de las heridas murió y luego vino a pedir sufragios a la Madre María Cándida para salir del purgatorio.

     396.    La Marquesa de Murillo, que conoció y trató mucho a la Madre María Cándida en Alcalá, se presentó  a ésta después de la muerte y le dijo que habiendo dejado todo para misas y sufragios por su alma de nada la servía, y que escribiese a su capellán que hicieran lo que le había encargado poco antes de morir, porque con aquello tendría alivio. Escribió la Madre al capellán  y desde entonces rezaba ella todos los días un De profundis por dicha Marquesa: el capellán contestó a la Madre que era verdad lo que le decía, pero que por no estar escrito nada podía hacerse. Poco después dejó la Madre de rezar el De profundis, y volvió a aparecérsele la Marquesa, quejándose y diciendo: "-¡Ay, ay!, que el único consuelo que tenía y tú me dabas también me privas de él; pues no tengo alivio con otra cosa, de todo lo que hacen por mí, más que con eso." A otro marqués le sucedió lo mismo.

     397.    El P. Hilario Céspedes. jesuíta, hombre de mucho saber y virtud y de mucho acierto en los consejos que daba en las consultas que le hacían, murió el 24 de Agosto de 1858, y muy luego le vió en el purgatorio la Madre María Cándida, quien escribió a D. Manuel Raposo avisándole para que rogase a Dios por él. Después el segundo día de Pascua de Resurrección le vió la Madre subir al cielo.

     398.    El año 1858 vió la Madre María Cándida al P. Angel, capuchino, que había estado en Alcalá y dijo a D. Manuel Raposo que le encomendase a Dios, que el debía conocerle y le daba las señas de él, añadiendo que había muerto en misiones entre infieles trabajando mucho por la conversión y salvación de las almas. Al poco tiempo volvió a decirle la Madre al mismo D. Manuel: "¡Ay, hermano, qué gloria tan grande tiene el P. Angel! ¡bien se conoce los méritos que tenía  por haber trabajado tanto por el bien de las almas!"

     399.    La Madre Felicitas, religiosa del convento de las Salesas Reales de Madrid y hermana de la Madre Carlota, Superiora de dicho convento, murió santamente el día de Santo Tomás de Villanueva, 18 de Septiembre de 1858, y se apareció a la Madre María Cándida pidiéndola sufragios. Ésta, con sus hijas, la hizo un novenario de vigilias, aplicándola además las comuniones, mortificaciones y cuanto fuese en ellas agradable al Señor hasta que la difunta saliese del purgatorio y el día de San Miguel Arcángel la Madre María Cándida la vió volar al cielo. Durante la enfermedad de esta Madre Felicitas, su hermana la Madre Carlota había pedido a la Madre María Cándida que hiciese una novena por la enferma a San Nicolás de Tolentino, pero el santo Niño Jesús del Consuelo dijo a la Madre María Cándida: "-Mira, yo me la voy a llevar; la quiero toda para mí." En carta de 6 de Octubre de 1858 a la Madre Carlota, carta que debía  ser rota después de leída, pero que afortunadamente se ha conservado, hablando de esta difunta escribe la Madre María Cándida: "Esta dichosa criatura excede en gloria a muchas otras almas religiosas; tenía más virtudes que las que manifestaba, y Nuestro Señor la amaba tanto, que ha querido premiarla sus deseos. Usted, amada mía, debe darle muchas gracias, porque la ha dado una hermana  con una alma tan cándida, que ha conservado su inocencia con el mayor candor: sus ojos eran de paloma, jamás pensaba mal, todo lo veía bien, en una palabra, era un conjunto de virtudes que nos deben llenar de gozo y alabar a nuestro Dios y Señor, que cría estas almas para tener sus delicias con ellas. Bendito sea. Amén."   

     400.    Varias personas, además de las que vió salir del purgatorio, vió en el cielo la Madre María Cándida. Allí vió a D. José Ramirez y Coté, Rector de la iglesia de italianos, de Madrid, muy celoso del culto del Santísimo Sacramento y de la salvación de las almas y muy limosnero, conocido de todos por estas cualidades, y vió que tenía mucha gloria por todo esto.

     401.    En el cielo vió asimismo la Madre María Cándida a D. José Manzaneda, hombre apostólico, que murió consumido por el celo de la gloria de Dios y salvación de las almas el 19 de Enero de 1856 en las habitaciones de la iglesia de San Ignacio de Madrid a la edad de unos cuarenta y cinco años. Siendo rico de familia, lo dejó todo para emplearse en procurar el bien de las almas y fundó en Cataluña dos conventos de religiosas de la Providencia en compañía de una señora llamada la Madre Teresa que murió con fama de santidad. La Madre María Cándida vió que tenía mucha gloria por sus trabajos apostólicos y por haber padecido mucho en ellos, siendo perseguido aun de los que hubieran debido ayudarle. Antes le había visto la Madre pasar por el purgatorio.

     402.    También vió en la gloria la Madre María Cándida, después de verla, por poco tiempo, en el purgatorio, a doña Ana Alvarez que murió de cerca de ochenta años habiendo vivido célibe o soltera. Fué muy limosnera y llevó con mucha paciencia los trabajos que Dios la envió en los últimos años de su vida por la escasez de todo y tener que vivir de limosna, sujeta, además, a la voluntad ajena, pues por haber perdido también la vista, no se podía valer sola.

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                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
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