SOR MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN "LA PERLA DE VALDEPEÑAS" 11, 1

jueves, 8 de enero de 2015
__________________________________________________________________________________________

Núm. 11.                                               NOVIEMBRE                                                         1931. ________________________________________________________________________________              

                            (Del periódico "La Perla de Valdepeñas" publicado entre los años 1931-1935)

            
                   ¿Para   qué   sirven   las   monjas?                                              (CONTINUACIÓN)
       Sin más preámbulos continuemos nuestro razonamiento donde quedamos en el último número. 
     
        Las monjas (y hablamos ahora particularmente de las de clausura) sirven para ejemplares vivos de la mujer cristiana, y aun de la que no lo es.

      Nada induce tanto al bien o al mal como el ejemplo. La doctrina oída pasa y se retiene con dificultad, así como lo leído; pero el ejemplo es algo que perseverantemente se pone delante de los ojos. El sólo verlo ya enseña e induce al bien; pero, si una circunstancia cualquiera hace reflexionar sobre él, mueve tanto que a veces provoca resoluciones trascendentales en la vida, actos de verdadero heroísmo.

      Un convento de monjas es una escuela de virtud. Quien se detenga a reflexionar en ello, se dirá: Aquí, y en otros mil conventos como éste, hay un grupo de mujeres. La mayor parte se ha encerrado entre esos muros en la flor de la vida. Muchas fueron ricas, guapas, el encanto de la familia, de la amistad, de la sociedad en que vivieron. Todo sonreía a su alrededor, y el horizonte de su vida se teñía de rosa...

      Un día dieron un eterno adiós a todas las esperanzas de la tierra, y, con la sonrisa en los labios y el júbilo en el alma, contrastando con las lágrimas de sus parientes y relaciones, encerraron sus vidas detrás de esas paredes...

      Las he visitado y veo en todos sus rostros la alegría, en la conversación la llaneza y jovialidad... Dicen que no cambian un palmo de su correa por todo el mundo... Me miran con ojos de compasión cuando descubro mi entusiasmo por lo que ellas llaman bagatelas, fruslerías y vanidades de la vida...

     ¿Qué forma su felicidad? ¿Dónde está el secreto de esa dicha?
      En la renuncia de todo.
    Ninguna tiene propio ni el hábito que viste. Con voto se han hecho "pobres".

      Y si el afán de adquirir, conservar y acrecentar forma la tercera parte de las desdichas de la vida, mucha debe ser la paz y contento de quien no quiere más que una pobre comida, un pobre hábito y una pobre celda, y esto, sin apego del corazón.

       El segundo tercio de las humanas desdichas lo forma la sed de placeres. Ellas han renunciado hasta a los legítimos, cuánto más a los vedados. Respetan la vocación de las que aspiran al matrimonio; pero ellas eligen para sí, libre, espontánea y amorosamente, una vida de perpetua y perfecta castidad. Y como es el amor a otros bienes inmateriales y eternos y a otro Amor siempre fiel, eterno e infinito en hermosura y bondad, quien las mueve, mortifican las inclinaciones a instintos terrenales y purifican sus almas y sus cuerpos con la que viene a ser para ellas "dulce austeridad". La paz de la mente y del corazón es el premio  de su heroísmo.

    Queda sólo un tercio de humana infelicidad: las veleidades, caprichos o codicias de la propia voluntad. También ellas lo hacen imposible renunciando a esa voluntad veleidosa y concupiscente por el voto de la obediencia.

       ¡Oh qué cielo debe ser el alma de la buena religiosa!

      Es verdad que a  esto replica mi amor propio envidiosillo y herido que "ni son todas las que están ni están todas las que son"; pero ello no es culpa del "estado", sino  de quienes no quieran vivir según él. "Eso" tiene aplicación universal a todos los estados y condiciones y alguien que bien lo sabe me ha dicho que en los conventos son excepción las que quedan incluídas en "no son todas las que están".

      Y continuando en su soliloquio nuestra joven mundanilla (supongámosla así), empieza a comparar a sus atolondradas y frivolísimas compañeras..., a sí misma con aquellas tan amables, tan alegres, tan virtuosas monjitas... Ellas... yo.... No es que de esta comparación deduzca que sólo entre las paredes de un convento se halla la dicha de la tierra; pero que, siguiendo su vocación en el mundo, podría ajustar su vida a unas formas "más cristianas", o simplemente "cristianas"..., eso sí que se lo dice la conciencia. Que debiera ser más modesta;  que podía compaginar sus aspiraciones con el espíritu de la abnegación y mortificación cristianas, siquiera en la medida necesaria para mantener el alma libre de pecados y peligros...; que no es verdad que la dicha esté en la posesión de riquezas, en el disfrute de placeres y honores y en la satisfacción de los caprichos de la propia voluntad..., y otras muchas cosas por el estilo.

     Una sociedad de mujeres virtuosas, trabajadoras, que, lejos de hacer el menor mal a la sociedad, la edifican con su ejemplo, la alientan al bien y ocupan su vida en orar por ella, es de una fuerza de ejemplaridad invencible.

     ¡Dichoso el pueblo que alberga en su recinto un convento de monjas! Sería interesantísimo comprobar su influencia en la formación de las jóvenes de la población. Pero aún sería más interesante el descubrir el misterio de las bendiciones del Cielo que hace descender sobre ella. Reservaremos este punto para terminar con él nuestro razonamiento.

     La M. Cándida de San Agustín fué monja, fué fundadora del convento de monjas agustinas de Valdepeñas, fué un ejemplar que indujo poderosamente a muchas jóvenes a abrazar el bien, progresar en él y perseverar hasta la muerte. Por sólo este título fué una gran "bienhechora". Por el mismo lo son todas las monjas. ¡Respeto y gratitud para ellas!.

        
 ***************************************************************************************************************************

                                                               Oración 
  
                                      ¡Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!
                         que de tantas maneras has manifestado tu Omnipotencia
                         y Misericordia en favor de los hombres: escucha mis ruegos
                         en la necesidad que ahora siento y por los méritos e intercesión
                         de la V.M. Cándida de San Agustín, concededme la gracia que 
                          pido si ha de ser para tu mayor gloria y bien de mi alma. Amén
                           
                                                        (Hágase la petición y récense tres Gloria Patri)

                       Rogamos nos comuniquen las gracias recibidas por intercesión de la
                                                          Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín. 
                                                       Pueden dirigirse a: MONASTERIO DE SAN DIEGO,
                                                                    MM. AGUSTINAS,  c/ Convento, 1
                                                                                13300 Valdepeñas 
                                                                           (Ciudad Real) ESPAÑA
                                                                                Tel.  926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

                                             POPULAR   IBAN  ES12 / 0075 / 0556 / 52 / 0700777973 
                                                                    
          

0 opiniones:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión sobre la entrada.

Si deseas incluir un enlace utiliza este código:

<a href="Dirección de tu página">Titulo del enlace</