APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE LA MADRE CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN 4, 1

viernes, 2 de agosto de 2013
                                DONES SOBRENATURALES DE LA SIERVA DE DIOS SOR                                                                                           MARÍA CÁNDIDA DE SAN AGUSTÍN


     348.    A los muchos casos reseñados en los artículos precedentes, en que resplandecen varios de los dones sobrenaturales que el Señor se dignó conceder a su Sierva la Madre Sor María Cándida de San Agustín, como el don de profecía, de penetración de los corazones, de bilocación, de oir a distancia a los que pedían su ayuda, de hacer milagros en favor de sus prójimos y de especial intercesión a favor de las almas del purgatorio, añadiremos algunos otros en comprobación de varios de dichos dones y de las especiales visiones y revelaciones con que el Señor se dignó favorecer a esta su fiel Sierva.

     349.    Solía manifestar el Señor a la Madre María Cándida qué personas y cuándo habían de ir a visitarla. Así, por ejemplo, supo en Junio de 1858 que D. Manuel Raposo había de ir a verla en Toledo, en el mes siguiente de Julio, como de hecho sucedió.
     Al confesor lo veía desde que salía de casa para ir a confesarla y en seguida bajaba, de modo que cuando el confesor llegaba ya estaba ella en el confesonario.
     Varias otras veces, cuando ella por sus enfermedades u ocupaciones no había de poder salir al locutorio, avisaba a su compañera Sor Dolores de Jesús de las personas que irían a verla y de lo que había de contestarlas.

     350.    También la concedió el Señor el don de visitar y recibir visitas de algunas religiosas sin salir de la clausura de sus respectivos conventos. Así visitaba y era visitada de una religiosa de mucha virtud que había en Guadalajara, llamada Sor Manuela de Jesús. Lo mismo sucedía con una religiosa Agustina que vivía en un convento cerca de Valencia.

     351.    Visitaba igualmente la Madre Sor María Cándida de San Agustín a la Madre Rosa Superiora de las Salesas Reales de Madrid, la avisó de cuándo había de morir, y la dijo que la última enfermedad y achaques que el Señor la dió eran para purificarla en vida y librarla del purgatorio: cuando después murió, y la vió subir al cielo.También visitó varias veces  y consoló mucho a la Presidenta de la Descalzas Reales de Madrid, que era anciana y necesitaba de consuelo.

     352.    Visitó asimismo la Madre María Cándida a algunas otras personas. En un pueblo distante algunas leguas de Toledo, vivía una mujer que había conocido y tratado a la Madre María Cándida; y acordándose de ella tenía grandes y vivos deseos de volver a verla. La Madre María Cándida, que veía y observaba esto desde su convento, se la presentó de pronto y la mujer se asustó mucho al verla así de repente, a pesar de su gran deseo de verla. Entonces la Madre la dijo: "-¿Pues no deseabas tanto el verme?, pues aquí me tienes; no sé por qué te asustas: ya no vengo más a verte, porque te asustas mucho." Después, contando la Madre el caso a D. Manuel Raposo, le decía: "-¡Ay, hermano, qué susto que la di! Como la cogí descuidada, no podía hablar al verme de la impresión que la hizo."

     353.    En el Morar vivía una persona que tenía el cíngulo de Santo Tomás de Aquino, y en vez de vivir con la santidad propia de los que lo visten, hacía todo lo contrario. Se lo manifestó el Señor a la Madre María Cándida y ella fué allá y se lo trajo.

     354.    Alguna vez se apareció la Madre María Cándida a los que no creían en ella. Tenía don Antonio Cano, en la plazuela de Isabel II, número 3, un almacén de papel servido por dos dependientes, que el domingo 2 de Diciembre de 1860 disputaron con su señora doña Juana sobre si era verdad que hubiese milagros y sobre las cosas que se decían de la Madre Cándida, manifestándose incrédulos en la materia, principalmente el mayor, que tenía unos veinte años. 
     El lunes siguiente, estando los dos solos en la trastienda, de tres a cuatro de la tarde, vieron de pronto un resplandor y una monja, a la derecha de la monja un niño, entre la monja y el niño un poco en alto un crucifijo, y más en alto tres bolas echando resplandores; ellos se asustaron y se quedaron sin poder hablar.
     Cuando fueron por la noche a casa, viéndolos doña Juana muy taciturnos, empezó a preguntarles qué ocurría, y el más pequeño, que tenía de doce a catorce años, dijo al instante todo lo ocurrido, y lo mismo confesó luego el mayor. Aconsejóles entonces la señora que se confesasen y consultasen el caso con el señor Claret, quien dió muestras, al ser consultado, de tener previo conocimiento de todo el suceso sin que nadie se lo hubiese dicho.
     Mandaron después D. Antonio y doña Juana al mayor a Toledo, con un recado para la Madre María Cándida, la cual, avisada, salió a recibirle. Nada más verla el dependiente, dijo: "-Usted es la que vimos en Madrid el día 3 por la tarde", y refirió todo lo que había visto. La Madre le confirmó en la verdad de lo que había referido, le dió buenos consejos y le despachó para que volviese a casa de sus señores.


La Madre Cándida le confirmó en la verdad de lo que había referido y le dió buenos consejos.
     355.    Mientras la imagen del Niño Jesús del Consuelo de la Madre María Cándida estuvo en Madrid para ser retocado, que fué desde el 16 de Septiembre de 1858 hasta entrado Marzo de 1859, doña Vicenta Mónaco y su madre doña Carolina la tenían en el oratorio del colegio de niñas que regentaban, y la Madre María Cándida iba todos los días a ver a su Galán (así llamaba ella a este Niño) y le acompañaba buenos ratos. Por esto decía después la Madre a D. Manuel Raposo que en este tiempo se había hecho cortesana y daba señas de lo que había en el oratorio, en especial de un crucifijo que tenían muy hermoso dichas señoras, a las cuales escribió acerca de él.

     356.    Se servía el Señor de la Madre María Cándida mandándola a remediar muchas necesidades fuera del convento. Estando una vez en el locutorio con dos caballeros, de pronto desapareció sin saber ellos por dónde ni cómo se les había ido, quedando estupefactos y sin saber qué hacerse, hasta que viendo que no aparecía se marcharon. Y fué, que habiendo ocurrido una gravísima necesidad, que el Señor quería fuese remediada por la Madre, el ángel de su guarda la llevó donde tal necesidad ocurría. Cuando volvió y no encontró a los caballeros, decía la Madre a Sor Dolores de Jesús: "-¡Ay, qué vergüenza!, ¡qué irán diciendo esos caballeros que los he dejado plantados, qué vergüenza! ¡Qué cosas tiene Dios para confusión mía!" Cosas semejantes sucedían con frecuencia, pero de ordinario, sin faltar su presencia del convento:  a lo mejor se quedaba en el locutorio como distraída y daba un suspiro, diciendo: "Gracias a Dios", y era que había remediado alguna necesidad que le había manifestado el Señor.

     357.    Asistió milagrosamente la Madre María Cándida a varias personas  en punto de muerte. A los casos ya conocidos añadimos algunos otros, empezando por recordar que en ese trance asistió a sus dos abuelas y a su padre.

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       Desde este blog se ruega a todas aquellas personas que encomendándose a la  poderosa intercesión de la Sierva de Dios Madre Cándida de San Agustín, obtengan alguna gracia o favor, lo comuniquen a:

                                            Monasterio de San Diego de Alcalá

                                                               MM. Agustinas
                                               13300 Valdepeñas (Ciudad Real)
                                                                 - ESPAÑA -
                                                            Tf: 926 32 21 05

                    Quienes deseen ayudar, con sus limosnas, a la causa de canonización de la Sierva de Dios, y a los gastos de edición de libros, estampas y reliquias, para dar a conocer su vida y propagar su devoción, pueden enviar sus donativos a nuestro Monasterio, por giro postal o por transferencia Bancaria a la cuenta corriente número:

                                             POPULAR   IBAN  ES12 / 0075 / 0556 / 52 / 0700777973 

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